Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
Cuadernos Manchegos

Con motivo de la celebración del Dia Mundial del Enoturismo, el Ayuntamiento ha preparado un programa especial de actividades con el título de “Tomelloso, Raíces y Vino”, con una amplia gama de acciones, conferencias didácticas, charlas y visitas a nuestras cuevas y a nuestros bombos, para seguir  ensalzando la labor de los tomelloseros a lo largo del tiempo.

En relación a las cuevas hemos querido aportar algo curioso, como ha sido el extraer un diálogo, interpretado en público por Montse García Cobo y Miguel Ángel Bernao Burrieza en el año 2014, como consecuencia de la presentación en el Auditorio López Torres de Tomelloso de la publicación del libro escrito por Ángel Bernao y Sergio Bernao “Historia de una ciudad: Las Cuevas de Tomelloso” y donde se hace oir una secuencia de comentarios curiosos que se llevaban a cabo en las épocas iniciales de la construcción de cuevas, recordables, curiosas y memorables, como el hecho acostumbrado de que el vecino/a en su casa solía  escoger una silla y sentarse en la boca de entrada a la cueva en el patio de la casa, a la sombra, en la época del verano cuando el sol manchego apretaba con gran intensidad y, gracias al aire fresco que emanaba de la cueva se podía pasar parte del día con una temperatura más adecuada.

Este hecho lo pasamos a  continuación en modelo de narración, que seguramente nos hará recordar viejos tiempos.

El telón se abre:

Anciana sentada en una silla cosiendo ropa, canturreando….

Un dibujo de una escalera, un botijo y algunos utensilios antiguos.

Entra un chico de unos cuarenta años y empieza la escena.

NIETO. -Hola, abuela, ¿qué haces ahí en la escalera de la cueva con el calor que hace?

ABUELA. -Nada, hijo, recordando viejos tiempos. Ya ves, cosiendo ropa, como hacíamos antiguamente.

NIETO.- Ya, ya, pero ¿por qué no entras en casa que se está más fresquito?

ABUELA.- Ah, Pedrito, porque me acuerdo mucho de cuando era joven y nos juntábamos aquí las vecinas para quitarnos el calor del cuerpo.

NIETO.- ¿Y así tomabais el fresco?

ABUELA.- Si hijo, sí, de la escalera de la cueva subía un frescorcillo muy agradable y aprovechábamos para coser y hablar de nuestras cosas.

NIETO.- ¡Vaya corrillo que haríais!

ABUELA.- Pues sí, hijo sí, y es que en  verano era el mejor sitio de la casa para no pasar calor y además, así nos divertíamos un  rato.

NIETO.- Vaya, vaya, así que, por lo que veo, os juntabais para bacinear del pueblo, ¿eh, abuela?

ABUELA. -No hijo, no, ¡qué va! Solamente cosíamos la ropa de nuestros hombres y nos refrescábamos un poco.

NIETO.- ¿…y seguro que sólo hacíais eso?- con tono suspicaz.

 ABUELA.- No, ¡qué va!, porque además, teníamos la compañía del botijo.

NIETO.- Pero… ¿es que el botijo también hablaba?-en el mismo tono cómico.

 ABUELA.- No, que no hablaba, pero colocado  a la salida de la escalera,  ¡oye! que el agua se ponía que daba gusto beberla.

NIETO.- Así que la escalera era como las cafeterías de ahora, donde se juntan las mujeres para hablar de sus cosas.

ABUELA.- Pues algo así hijo, y había de todo, hasta algunas veces teníamos dos botijos.

NIETO.- ¿Dos botijos?  ¿Es que cada una traía el suyo?

ABUELA.- No hijo, no, es que había algunas que lo traían con algo de anís, que daba más frescura.

NIETO.- Ya, ya, y así la conversación era cada vez más animada ¿verdad?

ABUELA.- Pues, anda, que lo pasábamos de maravilla. Cada una contaba sus cosas y no creas que cotilleábamos tanto, porque casi no teníamos tiempo.

NIETO.- Pero, ¿es que andabais tan ocupadas?

ABUELA.- Pues no lo sabes tú bien. De vez en cuando la Juliana, la del tío Gervasio, “el  recortao”, nos traía unos bollos que estaban para rebozarse en ellos.

NIETO.- Pero abuela, además de coser, de cotillear y de beber agua, ¿también le dabais gusto al estómago?

ABUELA.- Que no era para tanto, que lo que más hacíamos era coser y zurcir.

NIETO.- Ahora me explico lo del anís en el botijo. Menudas juergas os pasabais.

ABUELA.- Me acuerdo de aquel año en el que tu abuelo había terminado la cueva. ¡Menuda inauguración que hicimos! Medio barrio acudió a probar nuestro vino, y, ¡qué tinajas! nuevecitas, de 500 arrobas, una preciosidad.

NIETO.- Abuela, veo que  tienes una buena memoria para las juergas.

ABUELA.- No, hijo, no, que también me acuerdo de las fechas próximas a la vendimia y  había que preparar todo y daba mucho trabajo.

NIETO.- Seguro que también hacíais alguna celebración.

ABUELA.- Si, sí, para celebraciones estábamos. Preparar la vendimia era un trabajo arduo en toda la casa, y todo a mano, que la máquina de barrer más perfecta que teníamos era la escoba y el aparato de limpiar era el trapo.

NIETO.- Entonces por las tardes  sólo os distraíais hablando.

ABUELA.- A ver hijo, antes no teníamos televisión, ni nevera, no usábamos el móvil y menos aún el interred, los wasas, los tuiser, como mucho poníamos la radio, y no siempre, porque tampoco teníamos la radio móvil, o sea, el transistor, y poco más.

NIETO.- O sea que la pasabais fatal- con cierta sorna.

ABUELA.- ¡Quiá! Las mujeres de antes disfrutábamos a nuestra manera y con muy pocas cosas sabíamos aprovechar el tiempo. Ahora es todo distinto, no hay cuevas, las escaleras se han tapado y las cuevas ya no sirven para nada. En fin, que los tiempos han cambiado y hay que conformarse.

NIETO.- Pero ahora no te puedes quejar, que hay más entretenimientos que antes.

 ABUELA.- Ya, ya, pero yo, tu abuela, se niega a olvidarse de sus tiempos de joven, porque el que olvida su pasado tiene un vacío en su vida.

NIETO.- Bueno, abuela, no te pongas romántica, que no es para tanto. Hala, que te dejo que he quedado con la Martina que vamos a ver a los Walter en la discoteca.

ABUELA.- Con Dios, hijo, con Dios. Esta juventud se cree que los de antes no disfrutábamos, eso sí a nuestra manera. Nosotros también íbamos al salón de baile y también ligábamos. Pues ¡qué se habrán creído estos muchachos!, ¿que no hemos sido jóvenes?

(Se levanta muy despacito-cogiendo un bastón-, encogida y con andares muy lentos y pasos laterales).

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