Ahora que lo peor de la pandemia producida por la COVID-19 ha pasado, es momento de despertar del aletargo del confinamiento y comenzar a reflexionar. Una de las primeras reflexiones que se puede extraer de esta pandemia –sin entrar en ese buenismo que lo envuelve todo– es que los que parecían esenciales no lo son tanto. O sea, en este contexto, puestos de trabajo que pensábamos que eran imprescindibles no lo son tanto y, para que muchos pudiéramos quedarnos en casa teletrabajando, otros han estado a pie de calle. No han tenido la posibilidad de quedarse en casa. Se han revindicado demostrando que son indispensables pero que están olvidados. Muchos de ellos tienen empleos con no muy buenas condiciones laborales –precarios– y pocos nos acordábamos de ellos. Es momento de que se dignifique este tipo de empleos, si no es a través de los mecanismos propios del mercado, que sean otro tipo de mecanismos los que recompensen su extraordinaria labor. Sin ellos no hubiéramos podido seguir con nuestros quehaceres desde casa.
Empíricamente ha quedado demostrado que la mejor herramienta que tenemos para luchar contra la COVID-19 es el Estado de bienestar. Los servicios públicos se han revindicado, siendo los ejes fundamentales de la lucha contra la pandemia. No solo la sanidad, sino todo el sistema de protección en su conjunto. Una gran parte del tejido productivo ha sido ayudado, en mayor o menor medida, por el Estado de bienestar para intentar garantizar un futuro tras la desescalada. Los ERTE han sido una herramienta de protección muy utilizada, demostrando que el Estado de bienestar ha estado ahí cuando se le ha necesitado.
Se vive un momento idóneo para que el Estado de bienestar se revindique. Ya desde hace décadas existe en Europa un debate sobre el papel del Estado de bienestar. Nadie, por supuesto, quiere prescindir del Estado de bienestar por completo, aunque existen voces que pretenden transformarlo y reducir su incidencia en la economía; platean una especie de concepción moderna del Estado mínimo. El Estado de bienestar ya logró, mediante un contrato social, conciliar capitalismo, derechos sociales y democracia. Instauró y reconoció una serie de derechos políticos, sociales y civiles, vertebrado mediante el empleo digno y bien remunerado. Este empleo constituye un elemento clave de integración social, estabilidad y sostenimiento del propio sistema.
La pandemia también ha venido a demostrar que necesitamos un sistema fuerte, ya que, en algunas áreas, se han puesto de manifiesto sus debilidades. Esto es debido a que en las últimas décadas el Estado de bienestar ha corrido un serio peligro. Este peligro no ha venido dado solo por la política, sino que también es producto de una serie de cambios económicos y de nuestra corresponsabilidad. Me explico. El auge de internet y la globalización ha hecho posible que podamos comprar en cualquier parte del mundo y a unos precios muy bajos. Una gran parte de la sociedad compramos a través de plataformas digitales. Es lo que se conoce como capitalismo de plataformas y este tiene su incidencia en el tema que nos ocupa.
El Estado de Bienestar se consigue gracias a la redistribución de la riqueza y a la fiscalidad. Si las los nuevos modelos económicos no tributan en España como lo hace la economía tradicional, es inviable el sostenimiento del Estado de Bienestar. Con el empleo ocurre algo parecido. Si tenemos mejores condiciones laborales, tendremos más capacidad de gasto y una fiscalidad más alta y, por tanto, contribuiremos a que el Estado de bienestar sea más fuerte.
Sin duda, el Estado de bienestar es indispensable para los países con economías avanzadas y regímenes políticos de democracia liberal. Es evidente que es un eje fundamental para mantener el orden social y ha generado una serie de transformaciones que nadie puede negar ni olvidar. Aunque sea criticable y mejorable es una herramienta indispensable para la cohesión social, la igualdad, la libertad y los principios democráticos; además ha demostrado ser indispensable en tiempos de la COVID-19. Debemos ser conscientes de que su sostenimiento es corresponsabilidad de todos. Cuando todo esto pase será el momento de proteger y reforzar el Estado de bienestar. Es momento de más Estado de bienestar.
Pedro José Ponce