El homo tunante y retorcido, “emergido” del guadal, es un animal enrabiscado, descontento con todo lo que le rodea en su hábitat terráqueo… Sus travesuras le hicieron evolucionar a omnívoro para paladear todo lo vivo y también lo muerto… Le echa vinagre a las zanahorias y a los primos del melón y revuelve el huevo con jamón… Según prójimos científicos, sintetiza su serotonina (otras especies también) del triptófano, un aminoácido encontrado en multitud de alimentos entre ellos las perdices (?), los pavos, el queso, el tofu, frutos secos, semillas, plátanos etcétera… Homos que saben del tema, dicen que esa molécula funciona de neurotransmisor en el interior de la molondra, haciendo que los colegas cariacontecidos afronten las adversidades con optimismo y enfoquen lo sombrío con colores luminosos… El colega ladino, fraguado en el tarquín (así dicen ciertas crónicas) es de un comportamiento imprevisible; es el individuo más molesto que danza por el planeta Tierra… No se sabe de qué va…; lo que no ocurre con la mayoría de las especies…; dedicándose principalmente a esclavizar y aplastar a sus semejantes y más si se trata de competidores… Aunque, como en todos los esquemas y “gremios” de la vida, hay sujetos que suelen “echar una mano”, sin saber por qué… Le encanta experimentar con otras especies (léase ratas y ratones) y también degollarlas en fiestones… Ocurrencia, travesura y temeridad tuvo la Naturaleza, al hacerle hueco a un sujeto que le echa migas de pan y trozos de bocata a las ánades, para hacerse un “selfy” y a la hora de la manducatoria encarga “pato a la naranja”, bizcochos y hornazos, horneados con granos de oro… Es el único espécimen que le tira piedras y casi todo lo demás, al aguazal de donde ha surgido; donde bebe y se desmugra a la vez… Con sus criterios y conceptos antropocéntricos, ese homo, se toma así mismo como medida o instrumento de medición de la existencia y de la eterna materia, sin principio ni fin… Las fuerzas abstractas de la naturaleza, las personifica en entidades reales y en deidades supremas; casi siempre imponentes, lujosas, aterradoras, egocéntricas, suspicaces, mohínas, inquisidoras, vengativas…; a las que engalana con oropeles, agasaja, engatusa y soborna; para que actúen de guardaespaldas y para que premien su “décimo” algún día… El incorregible homo del barrizal, se empecina y riñe por mantener su razón, negando la evidencia y la verdad objetiva de la realidad; torciendo, a velocidad de vértigo, a derecha o a izquierda, según le conviene… Resuelve que en todo el planeta, no hay rodal donde pueda morar y hacer a su antojo y placer, asique en cuanto tenga hueco se las pirará, para atufar otros mundos… Su constante malhumor y amargazón, lo transforma en alegría y jolgorio, cuando “vuela” con la luminosidad de la química de los elementos y se empancina, encharca e intoxica con antimonio, bebiendo sin tener sed, hasta la vomitona a las cinco de la madrugada… Toca madera al oír tal o cual frase, creyendo alejar la mala suerte y cruza los dedos, suponiendo que la buena suerte le favorecerá…; y saca palomas y conejos de la chistera… Como su “fachada” y su “pellica” no le molan demasiado; le resultan esmirriadas, escuálidas y “blandengues”, las aconcha y adorna con chaquetones, camisetas, calzones, calzoncillos, tafetanes, aretes, pirsin, borrones y cenefas grabados a sangre y estilete… Se depila, cambia pestañas, cejas, barba y se embadurna de coloretes hasta las uñas y el cabello de la azotea y más peletes… Como en uno de los muchos estadíos de “andar por casa”, o sea por el “balón” y burbuja terráqueos, considera la calvicie una deformidad física; “cuadro” vulgar e indigno, para afirmar categorías sociales y demás; denotar dignidad y camuflar su identidad, se encasqueta pelucas que son colonizadas por el “bicherío”, dando lugar a ciertas formas de parestesia… Utiliza las partidas venatorias para agasajar y conchabar a régulos, excelencias, majestades, gerifaltes, rapiñadores, figurones, “pajarracos”, imperantes, chupatintas, malandrines y mafiosos. ¡Milana bonita…!
Desde las postrimerías del Terciario, el homo del barrizal no ha cesado de batirse contra todo y contra todos y nada le cabrea más que los otros disientan de su parecer o se opongan a sus propósitos… Así descubrió la ley del KO, con la que concluían todas las discusiones… Pero un día—hace cuatro días— decide usar, con picardía, la palabra o palabras “inteligentes”, aunque, aún, con gran déficit de empatía y buena intención, para solventar, discrepancias y diferencias… Inventa la política y pergeña Cámaras, Congresos, Senados, Parlamentos, Consistorios…; donde se realiza vilipendiándose, “sembrando” furia y querellas… La palabra es muy laboriosa y debe ser sosegada, bien pensada, libre de envidia y mala fe, por lo que requiere mucha cavilación y avío o por el contrario el homo del tarquín, que siempre es igual aunque no el mismo, ni su historia, jamás dejará de batirse con el contradictor…
Salvador Jiménez Ramírez