El escritor de Corral de Almaguer ha recibido este primer premio en prosa en el concurso que ha vuelto a reunir el primer sábado de julio y bajo la sombra de su molino, a los ganadores de su cuadragésimo séptima convocatoria. El concurso patrocinado por Fundación Globalcaja y coorganizado por la familia García-Solana Gavidia y el Ayuntamiento de Munera ha regresado a su formato original, con la lectura de los trabajos, la entrega de los galardones y la típica merienda manchega posterior.
En su obra, Fernández rinde un homenaje a los profesores -de latín-.
Reproducimos íntegramente el relato ganador:
Título. NUNCA QUEDARÁ TU SILLA VACÍA.
Lema. Recuerdos de un profesor.
Modalidad. Prosa.
Había quedado una silla vacía. Después de cuarenta años, después de haber llenado el aula con sus palabras, sus ideas, sus sentimientos y sus frases en latín, se había quedado la silla vacía. De ahora en adelante ya no volveremos a escucharle ni a sonreírle por los pasillos. Echaremos de menos la delicadeza de sus gestos cada vez que nos saludaba o nos preguntaba qué tal estábamos.
Recuerdo el primer día de clase. Nos dijo que sacásemos la gramática y el florilegio latino. ¿Por qué recuerdo este día? Porque fue la única vez que dijo la palabra “gramática”. Desde entonces y durante todos los años que estuvimos con él siempre nos decía “gramática parda”.
- Y “parda”, decía con voz clara, profunda, seria y alzando el dedo, no por su color sino porque la habilidad para estudiarla y aprenderla es como un espejo para vuestro futuro. ¿Qué es la vida sino saber dirigirla con habilidad y esfuerzo?
¡Vamos que si me acuerdo de sus palabras! Me aprendí los casos de las declinaciones mejor que mi nombre y apellidos. Al principio me sonaban a chino, pero a los dos días los repetía tan alto y claro como él:
Nominativo, vocativo, acusativo, genitivo, dativo y ablativo. El nominativo es el caso del sujeto y el predicado nominal, el vocativo…
Después aprendí las declinaciones. Las recitaba sin pensar. Me las sabía mejor que la fecha de mi nacimiento. Luego estudiamos los verbos y el primer gran reto de mi vida. ¡Sacar un 20! No un 10 sino un 20. Debíamos aprendernos la enunciación de los verbos irregulares; incluidos los deponentes. Cuando pidió voluntarios salimos unos
cinco o seis compañeros. Nos aprendimos los 166 verbos de carrerilla; sin cambiar ni olvidar ninguno. Y lo conseguí, ¡claro que lo logré!, un 20. Por último, aprendimos a traducir. Para ello utilizábamos el florilegio latino. De allí sacamos las primeras frases y textos sencillos con una moraleja para la vida. Jamás podré olvidar el texto titulado “La zorra a una máscara”. Me acordaré toda la vida: “Personam tragicam forte vulpes viderat. O quanta species, inquit, cerebrum non habet! Hoc illis dictum est, quibus honorem et gloriam Fortuna tribuit, sensum communem abstulit”.
¡Pues sí!, todo esto ha sido una lección para afrontar con habilidad mi vida porque he aprendido que, en la vida, muchas veces la fortuna da el honor y la gloria; pero no el sentido común para vivirla con honor y gloria. He aprendido a saber situarme y situar a los demás en las frases de la vida. No siempre somos el sujeto del verbo, también podemos realizar otras funciones igual de importantes como la de complemento circunstancial de compañía cuando nos toca realizar esa función en ciertas ocasiones; como cuando te eligen para compartir contigo una alegría, un mal momento, etc. ¡Y los verbos! Los verbos me han enseñado a actuar correctamente en la vida, sabiendo distinguir lo que ha sido pasado, lo que es futuro y el presente de la vida. Porque igual de equivocado está vivir en el pasado o el futuro y traducirlo como presente. Y, desgraciadamente, este es ahora mi presente; nos ha abandonado el mejor profesor de mi vida. Quienes hemos asistido a sus clases, quienes hemos compartido con él un pedazo de nuestra vida dentro del aula, no sólo recordaremos sus lecciones, sus preguntas y sus explicaciones, sino que también recordaremos que, para nosotros, era, es y será un modelo de vida.
Nos decía que afrontásemos cada problema con una sonrisa, que no dejásemos nunca de mirar a los ojos del que está a nuestro lado. Nos repetía, una y otra vez, que el tiempo no se tiene, sino que se busca: “Buscad el tiempo que queréis tener”. Nos recordaba que tratásemos a las personas y a los objetos con delicadeza. “Los objetos también tienen sentimientos y, si no los tienen, los trasmiten…, ¡Cuida la mochila!”. Nunca olvidaremos cuando nos decía que escribiésemos la fecha y que, debajo, dibujásemos un “happy”. Nunca, nunca se nos olvidarán sus últimas palabras al finalizar la clase: “Guardad la gramática parda. Que tengáis buen día y no perdáis nunca la sonrisa”.
Querido profesor, has llenado de color y de inquietud nuestra, y mi, vida. Querido profesor, no repitas las últimas palabras porque el eco del recuerdo las llevado a lo más profundo de mi corazón. Nunca dejaré que, en mis recuerdos, quede vacía esa silla.
Este relato ha recibido el PRIMER PREMIO EN PROSA EN EL XLVII CONCURSO LITERARIO DEL MOLINO DE VIENTO DE "LA BELLA QUITERIA" 2022 (España)
Autor. Manuel Fdez. de la Cueva Villalba.