El Sistema Solar y Nuestro Lugar en el Cosmos
Mercurio, Venus, La Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, y Plutón1. Si venís de la EGB, como un servidor, probablemente hayáis recitado esto alguna vez en vuestra vida, y, con suerte, hasta lo recordéis. Total, es más corto que un Padrenuestro, y yo creo que este aún no se me ha olvidado, aunque esta faceta de mi vida la haya practicado mucho menos que la de mi interés por la astrofísica…
Bien, esto era, en esencia, lo que nos enseñaban del Sistema Solar: una enumeración de objetos, la cual, por ausencia de información adicional, y por deformación de la disponible, acabábamos asumiendo como respuesta a la pregunta de ¿qué es el Sistema Solar?: Pues eso: el Sol, y estos nueve objetos llamados planetas. Y ya.
¿Y ya? Pues no. Ni de lejos.
Vaya, vaya, diréis, ya estás de nuevo jugando con las palabras para despertar curiosidad, ¿eh? Pues sí, me habéis cazado. Pero no he sido tan pillo como pueda a priori parecer, ya que, si lo pensamos un poco, nos daremos cuenta de que nunca nos enseñaron realmente qué es el Sistema Solar, sino que nos dijeron qué objetos componen el Sistema Solar. Y ni siquiera en esto nos dieron toda la información.
Así que hoy vamos a intentar dar respuesta a la pregunta ¿Qué es el Sistema Solar?, y vamos a intentar también enmarcarlo dentro del contexto de mayor escala al que pertenece: el mismísimo Universo. Esto debería ser sencillo y divertido, hoy no deberíamos tener que encender el turbo de nuestros cerebros.
¿Me puedo entonces echar un vinete? Sí, pero de la tierra, no me seáis snobs.
Bien, pues al lío. ¿Qué es el Sistema Solar? Pues una estrella, y los escombros que quedan de su formación. Venga ya, ya estás otra vez con respuestas tontería. Ya en serio, ¿qué es el Sistema Solar? Pues eso, una estrella y los escombros que quedan de su formación. Li-te-ral-men-te.
¿Quieres decir que vivo en un escombro? Pues lamento decírtelo, pero sí. Siento si tu orgullo de primate venido a más te impide aceptarlo, pero es la cruda realidad. De hecho, la realidad es aún más triste, ya que ni siquiera vives en algo que se pueda considerar un escombro. Vives en el polvo que queda cuando ya se han sacado los escombros. Vives en las sobras de los escombros. Y aun así haces secciones de ese absurdamente insignificante grano de polvo en trocitos a los que asignas valor y condición. Sí, damas y caballeros, toda una lección de humildad, ya presente sin ni siquiera haber salido de nuestro entorno más inmediato.
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1 Ya, Plutón, no. Ya llegaremos a eso.
Una vez más el Universo nos deja claro que, a la vez que le traemos sin cuidado, es capaz de hacer magia hasta con las sobras de las sobras, y con la única materia prima que los desechos hacer surgir cosas tan maravillosas como los tomates verdes fritos con salsa remoulade (quien no los haya probado, está tardando).
De toda la materia que compone el Sistema Solar, el 99.86% está en el Sol. Es decir, todo lo que hay en el Sistema Solar distinto al Sol, en su conjunto supone tan sólo el 0.14% del total. Simples desechos.
Pero, es más. De todo ese 0.14% de materia que compone todo aquello en el sistema que no sea el Sol, más de 2/3 partes se encuentran en Júpiter. Es decir, si quitamos al Sol y a Júpiter, el total compuesto por Mercurio, Venus, La Tierra, Marte, Saturno, Urano, Neptuno, Plutón, y los asteroides (y más, como acabaremos viendo), existen gracias a que se reparten el resto de las migajas, ya que Júpiter las pilló casi todas. Es decir, todo lo demás se forma con aproximadamente el 0.04% del material del sistema.
Por tanto, si en lugar de intentar responder nosotros a la pregunta ¿Qué es el Sistema Solar?, le pidiésemos que lo hiciese a una especie cuya perspectiva del Universo ya no estuviese centrada en su propio ombligo, no deberíamos sorprendernos de que la respuesta fuese: una estrella con un pequeño desecho. El resto, simple polvo.
Bueno, vale, entiendo. Somos infinitamente pequeños, pero llamar polvo a un montón de planetas es un poco arriesgado, ¿no crees? Bien, bien, entiendo. Y en cierto modo el argumento es legítimo, aunque la realidad es la realidad y no debemos perderla nunca de vista.
Llamar simple polvo a un puñado de planetas debe ser justificado, tenéis razón. Al igual que un grano de arena puede ser polvo para ti, pero todo pedrolo que explorar si fueses una bacteria (y pudieses hacerlo), La Tierra puede ser un grano de polvo para el Sistema Solar, pero todo un pedrolo para ti 2. Contextos diferentes otorgan categorías y características diferentes a un mismo elemento, por lo que es importante definir este contexto para atribuir propiedades a un objeto. Hemos, por tanto, de tener perspectiva, y saber usarla de la forma adecuada. Hemos de saber abstraernos.
Y si haciendo uso de nuestra capacidad de abstracción, somos capaces de situarnos en el contexto del Sistema Solar, La Tierra no es prácticamente nada, debido no sólo a que su masa es insignificante dentro del mismo, sino también debido a las enormes distancias que, ya sin salir de nuestro sistema, imperan en el cosmos. Son la norma. Las distancias son la verdadera broma de mal gusto que nos gasta el Universo. Quizá por eso, lo llamamos El Espacio.
Para intentar contextualizar el entorno, usemos uno de los conceptos científicos que más fuerza tienen dentro de nuestras limitadas mentes: la velocidad de la luz. Como sabemos, la luz se mueve a unos 300.000 km/s en el vacío3, y, como también sabemos, esto es ir muy rápido.
Y seguro que también recordamos que la luz tarda, aproximadamente, 8.5 minutos en llegar a La Tierra desde que sale del Sol. Esto quiere decir que un rayo de luz, si bien puede en un único segundo rodear nuestro planeta por su ecuador siete veces y media, necesita más de quinientos segundos en alcanzarlo desde que sale del Sol. Esto da una buena idea del tamaño aparente de nuestro planeta en el sistema Sol – Mercurio -- Venus – La Tierra.
Si tenemos además en cuenta que ese rayo de luz tardará aproximadamente 5.5 horas en alcanzar Plutón4 (esto supone un total de 19.800 segundos), nuestra perspectiva de la relación Tierra – Sistema Solar, mejora bastante: un rayo de luz tarda 148.500 veces más en llegar hasta la punta5 de nuestro sistema, que en rodear nuestro planeta. Pues eso, simple polvo.
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2 El símil grano de arena – bacteria, y planeta Tierra – persona no está a escala.
3 Aunque el Sistema Solar no está completamente vacío, tomaremos esta premisa para simplificar el argumento.
4 Plutón tiene una órbita muy excéntrica, por lo que su afelio y perihelio se encuentran a distancias muy diferentes del Sol. Este dato, por tanto, es una media aproximada aportada con fines gráficos, no debe ser tomada como un dato absoluto.
5 Como veremos, Plutón no es, ni está cerca de ser, la punta del Sistema Solar.
Vamos a parar un poco aquí antes de seguir, que esto de la velocidad de la luz da mucho juego.
¡Eh, para! ¡Has prometido que no tendríamos que activar el modo avanzado del cerebro! No te líes, que te conozco, y yo estoy ya con esa copa de vino… Haya paz, haya paz, no hay problema. Recuerdo lo prometido, y lo mantengo. Nada será complicado, y se intentará que además resulte ameno, a ver qué conseguimos…
Hablábamos hace un momento sobre el hecho de que, prácticamente toda la masa del Sistema Solar se concentra en el Sol. Por lo tanto, este debe ser extremadamente grande, ¿no? Pues, una vez más, sí, y no.
El Sol es, efectivamente, enormemente masivo o pesado. Pero tampoco es tan grande. Y entendamos grande, de nuevo, dentro de un contexto. La Tierra tiene un radio de algo menos de 6.500 km en su ecuador, mientras que el Sol lo tiene de algo más de 700.000. Es, evidentemente, mucho mayor, pero no tan mayor. Proporcionalmente, el Sol es unas 108 veces más grande que la Tierra6 en tamaño.
Pero, si comparamos ambos astros en función de su masa, la situación es muy diferente. Se calcula que el Sol pesa alrededor de 1,99 x 1030 kg, kilo arriba, kilo abajo7, mientras que La Tierra tiene una masa estimada de 5,97 x 1024 kg. Por favor, que nadie intente imaginar la magnitud de estos números, y menos aún, comprenderla. Nadie podemos. Ni tu primo el listo que se sabe todas las preguntas del Trivial. Nadie.
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6 No confundir esta relación de proporcionalidad en los radios, con el número de Tierras que podríamos meter dentro del Sol. La primera relación es lineal, la segunda es cúbica o volumétrica, por lo que, aunque el Sol sea proporcionalmente mayor que La Tierra en unas 108 veces, dentro de Sol cabrían casi un 1.300.000 Tierras, a pesar de que alineadas en su ecuador, cupiesen apenas 108.
7 Más bien kilo abajo, ya que el Sol no para de perder masa puesto que la transforma en energía.
Pues hombre, tampoco son tan diferentes, podréis decir. Casi 2 y casi 6, y 30 y 24, no veo números tan distintos. Y cuidao, que con la exponencial hemos topao. Del casi 2 y casi 6, pasamos. No son realmente importantes.
Pero un exponente de 30 y uno de 24, indican magnitudes enormemente distintas. Se diferencian en un orden de magnitud de 6, es decir, de millones. De hecho, si dividimos ambos pesos podemos comprobar que la masa del Sol es unas 333.000 veces mayor que la de La Tierra.
Por tanto, en un radio 108 más grande que el de La Tierra, el Sol guarda 333.000 veces más masa. Ahí es na. Esto tiene una consecuencia directa que se puede razonar hasta si ya os habéis acabado esa copa de vino: para meter mucha más masa en sólo un poco más de espacio, esta debe estar mucho más apretada. O lo que es lo mismo: el Sol es mucho más denso que La Tierra.
Y efectivamente, así es. Y para comprender esto mejor, pediremos de nuevo ayuda a nuestro amigo el rayo de luz. Si recordáis artículos anteriores como este (perdón por el autobombo), en el centro de las estrellas se están produciendo constantemente reacciones de fusión nuclear, las cuales, debido a la famosa ecuación de Einstein (la más famosa, ni la pondré), generan energía. Esta energía se produce, en resumen, en forma de fotones, es decir, cuando dos átomos de hidrógeno se fusionan, generan uno de helio8, y emiten un fotón de energía por la diferencia de masas. Bien, pues la densidad del Sol es tal que, si bien este fotón tardará ocho minutos y medio en llegar a la Tierra desde que salga de la superficie del Sol, le costará una media de unos 170.000 años en llegar desde el centro del Sol hasta su superficie.
Es decir, tardará 89.352.000.000 (ochenta y nueve mil trescientos cincuenta y dos millones) de minutos en recorrer 700.000 km, mientras que tardará sólo ocho minutos y medio en recorrer 150.000.000 de km. Le tomará diez mil quinientos doce millones de veces más recorrer una distancia 214 veces menor. Y esto se debe a que, hasta conseguir alcanzar la superficie del Sol, estará todo el rato chocando sin parar con las partículas que lo componen9. Tal es su densidad. Si fuese menor y la pudiésemos comprender, sería abrumadora. Como es lógico, carecemos de adjetivos para catalogar aquello que no podemos comprender, por lo que aquí estamos obligados a, simplemente, manejarnos con cantidades, y asumirlas, que no comprenderlas. Una verdadera limitación que no ha hecho más que empezar.
Y es que el problema es mucho mayor. Muchísimo. La escala, en nuestro propio vecindario, es ya muy superior a nuestra capacidad de comprensión. Tenemos tanta capacidad de comprender las magnitudes por las que vamos a viajar, como capacidad tiene un piojo para entender lo que es un vinilo de Jimi Hendrix.
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8 En la fase de secuencia principal.
9 Y debido también a complejas interacciones magnéticas que no aportarían valor al argumento, pero haberlas, haylas.
Si siguiésemos montados en ese rayo de luz que tarda ocho minutos y medio en llegar del Sol a La Tierra, y cinco horas y media en alcanzar Plutón, tardaríamos más de cuatro años en llegar a la estrella más cercana, Próxima Centauri. Y aunque cuatro años subidos a lomos de tan veloz corcel, que no necesita ni descanso ni vianda, suponen una cantidad de espacio recorrido sencillamente monstruosa, no habríamos hecho nada. No le habríamos visto el culo a un pollo ni viajando esta distancia.
Venga ya, exagerao. ¿Quieres decir que si consigo viajar hasta otra estrella, no me puedo colgar el título de viajero? Hombre, planteado así, tendréis razón, pero de nuevo todo es cuestión de perspectiva.
Si hoy consigues viajar a otra estrella, aunque sólo sea hasta Próxima Centauri, pues como humanidad deberíamos entregarte todos los premios Nobel de los siglos venideros, y cerrarlos para siempre. Pero si con ello te las quieres dar de viajero intergaláctico, pues mire usted, no. Ni siquiera serías un viajero galáctico. Serías, raspadísimamente, un viajero interestelar, y muy muy básico.
Nuestra galaxia, la Vía Láctea, se puede considerar un galaxia media-grande típica (no enorme) de unos 200.000 años luz de diámetro. Esto implica que tu viaje de 4 añitos en la grupa de tu rayo de luz es, en esencia, nada. No puedes decir que conozcas de la galaxia mucho más que yo, que sigo escuchando a Jimi desde la comodidad de mi escritorio. Tu esfuerzo y pericia han sido loables, y muy superiores a los míos, sin duda, pero tu mapa de cartografía galáctica está igual de incompleto que el mío. Para sacarme una ventaja significativa en esto deberías viajar una cantidad de años de la que no dispondrías ni aunque fueses el famoso vampiro Lestat.
Pero supongamos que eres inmortal, e infinitamente paciente (y abnegado para con tu propósito), para hacer así más interesante el ejercicio mental.
Si lo fueses, y dispusieses de los medios técnicos adecuados, recorrerías la galaxia. Quedar contigo sería incómodo por envidia, ya que siempre tendrías mil historias apasionantes que contar, y tu catálogo de experiencias personales daría asco. Tu conocimiento cartográfico de nuestra galaxia sería increíble. Serías como unos buenos amigos míos, que han estado en países que yo conozco sólo porque ellos me han contado que han visitado.
Y bajo una escala cosmológica, una vez más, no habrías hecho nada.
Y es que nuestra galaxia, la Vía Láctea, no es más que una de los billones de galaxias que existen en el universo observable (ojito al adjetivo observable). Sí, billones europeos, de los de verdad. Millones de millones.
Pero bueno, ya puestos… Supongamos que tu abnegación, paciencia, y tolerancia a la frustración son realmente dignos de ser tenidos en cuenta, y decides convertirte en un cartógrafo intergaláctico. Venga, a por todas, que está to pagao.
Cuando, sepa dios cómo ni en cuanto tiempo, hayas conseguido visitar los billones de galaxias que componen el universo observable, si bien ya sí tendrás todo el derecho de dártelas de trotamundos, y los demás no tendremos más remedio que escuchar tus historias reconociendo que te has ganado sobradamente la chapa que nos estés dando, de nuevo sólo habrás hecho una parte del trabajo. El universo observable, aunque sea una esfera de unos 93.000 millones de años luz con La Tierra en el centro, es sólo una pequeña parte del Universo. En éste hay muchísimo más que cartografiar. Como decía Súper Ratón: no se vayan, todavía aún hay más.
¿¿Quéeeeeeeeeeee?? ¿¿Estás loco?? ¿¿Cómo puede haber cosas a 93.000 millones de años luz si el Universo sólo tiene 13.700 y nada puede viajar más rápido que la luz?? ¿¿Qué La Tierra está en el centro de todo, otra vez con eso?? ¿¿Pero tú cuántas copas de vino llevas??
Tranquilos, tranquilos, en orden, por favor: Sí, un poco, hablaremos sobre ello en próximos artículos, hablaremos sobre ello en próximos artículos, y dos.
Suficiente en este aspecto. Hemos posiblemente abierto más frentes de los que hemos cerrado. Y esto me encanta…
Asumámoslo. Vivimos en un desecho insignificante de algo que no alcanza ni la magnitud de desecho dentro de su propia galaxia, la cual tiene una entidad aún menor dentro del conjunto total del Universo.
Y todavía rompemos esta mota de polvo en trozos más pequeños, porque nos parece grande. Así de mínimos somos.
Descansemos un momento. Rellenemos la copa de vino. Vosotros, que yo ya lo hice. Volvamos a la apacible comodidad de nuestro querido vecindario, retornemos al Sistema Solar. Detengámonos un momento en su frontera, justo antes de entrar. En ese maravilloso punto que te regala una perspectiva única, sin tener que hacer el esfuerzo de imaginarla. Mirémoslo. ¿Qué vemos? ¿De qué está formado? ¿Cuál es su estructura?
Si fuésemos capaces de poder experimentar estas vistas, lo cual debe ser una experiencia indescriptiblemente bella y abrumadora, lo primero que percibiríamos es que el Sistema Solar es mucho más de lo que nos enseñaron en el colegio.
Veríamos una estrella dominando el sistema, por supuesto. Nuestro Sol se erigiría como rey indiscutible del entorno.
Ha habido momentos en los que se ha llegado a teorizar, con cierta fuerza y fundamento, que nuestro sistema debería tener otra estrella, es decir, ser un sistema binario. Esto no es tan descabellado como pueda parecer, ya que la mayoría de los sistemas estelares del Universo son múltiples, predominando los binarios, por lo que se puede afirmar que un sistema estelar único, si bien no es una rareza, no es la norma.
Esta teoría de compañera binaria del Sol, conocida habitualmente como la Teoría del Némesis, buscaría dar explicación a una serie de fenómenos astronómicos que se producen de forma periódica en el Sistema Solar cada 26 millones de años. En cada secuencia temporal así, se produce un anormal aumento de impactos de cometas y asteroides, lo cual coincide con periodos de grandes extinciones que se producen también cada 26 millones de años, consecuencia de estos cataclismos.
Una compañera del Sol, que orbitase a unos 2 años luz, y que fuese una enana marrón10, explicaría tanto su dificultad de identificación hasta el momento, como las interacciones gravitatorias que aún no tienen explicación y que se producen en los confines del sistema, arrojando estos objetos hacia el sistema solar interior.
Pero, hasta donde sabemos hoy en día, y según las últimas investigaciones, parece que vivimos en un sistema estelar simple.
En segundo lugar veríamos los planetas, dominados por los gigantes gaseosos (Júpiter y Saturno), y los gigantes helados (Neptuno y Urano).
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10 Igual un día hablamos de estos (y otros) fascinantes objetos.
Un momento, para, para. ¿No habías dicho que Júpiter era, con mucho, el planeta más grande? Sí, una vez más tenéis razón. Júpiter es el planeta que concentra más masa, y con mucha diferencia. Pero en cuestión de tamaño, Saturno es similar. Mientras Júpiter tiene un radio ecuatorial de unos 71.000 km, Saturno lo tiene de más de 58.000, por lo que, aunque Júpiter sea claramente mayor, ambos cuerpos son comparables en tamaño.
Pero, al igual que razonábamos anteriormente con el Sol, Saturno, con mucha menos masa, y un volumen similar, debe ser mucho menos denso. Y así es: Saturno es tan poco denso, que, si lo pudiésemos poner en un océano absurdamente gigante, flotaría.
¡Venga ya! Que sí. Flotaría. El planeta entero, flotaría.
Pero, al contar los planetas, comenzarían los problemas. Veríamos más de 9. Si fuésemos capaces de ver Plutón, por los alrededores de Neptuno, veríamos también a Eris, aún (mucho) más lejano. Y a Makemake, entre ambos. Y a Ceres, mucho más cerca de nosotros, en el mismísimo Cinturón de Asteroides.
¿Y por qué no nos enseñaron estos planetas? preguntaréis, y una vez más, con razón. Pues porque no lo son como tal. De hecho, son los culpables de que Plutón, a día de hoy, ya no sea considerado un planeta.
Según ha avanzado nuestra tecnología, se han venido descubriendo cada vez más y más objetos y estructuras tanto en el Universo, como en nuestro propio Sistema Solar. Y cuando se comenzaron a descubrir objetos de características similares a Plutón, comenzó el problema. Parecía que la lista de planetas debería estar en constante ampliación.
Pero a la vez, había ligeras diferencias entre estos objetos. Los nuevos, al igual que Plutón, viajaban en órbitas sucias, es decir, tenían polvo y pequeños objetos en ellas, lo cual es consecuencia de su baja gravedad, hecho que les ha impedido terminar de limpiar su camino atrayendo o expulsando el polvo y otros pequeños objetos.
Debido a esto se decidió redefinir el concepto de planeta, de tal forma que para poder ser catalogado como tal, se deberían cumplir 3 condiciones:
- Tener la suficiente gravedad como para vencer la fuerza de cuerpo rígido, o, lo que es lo mismo, que su gravedad le haya permitido alcanzar una forma esférica, perdiendo la irregular.
- Orbitar de forma directa alrededor de su estrella.
- Haber conseguido limpiar su órbita, siendo esta exclusivamente11 suya.
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11 Un planeta puede compartir órbita, pero siempre que lo haga con otros objetos que estén ligados gravitacionalmente a él, es decir, siempre que sea el cuerpo dominante único de la misma. De esta forma, La Tierra y otros planetas orbitan compartiendo sus órbitas con otros objetos, como satélites y objetos laplacianos, pero lo hacen siendo éste, el planeta, quien los arrastra, no porque estos cuerpos orbiten de forma autónoma compartiendo itinerario.
Y resultó que los nuevos objetos no cumplían la tercera condición. Y Plutón, tampoco, por lo que fue desterrado.
Por tanto, ya no resulta suficiente con indicar planetas como objetos del Sistema Solar, sino que hemos de indicar el grupo tanto de planetas, ya disminuido, como de planetas enanos, aún en crecimiento.
Otra categoría de objetos del Sistema Solar son los satélites. Todos los planetas, salvo Mercurio y Venus tienen al menos uno, aunque sean simples piedras. Otros, como Júpiter o Saturno, los tienen por decenas, y se le conocen ya un número cercano al centenar.
Cómo dato relevante de esta categoría cabe destacar que, no por el hecho de ser satélites, tienen que ser cuerpos menores o de segunda categoría. Algunos, como por ejemplo Ganímedes, tienen un tamaño mayor que el de Mercurio (aunque menos masa), o Titán, que incluso dispone de una atmósfera compleja con sus ciclos climáticos.
Otro punto interesante es el aplicable al sistema Tierra-Luna. Sistema, porque el tamaño de la Luna en relación con el de La Tierra es inusualmente grande. Tanto es así, que no es raro encontrar bibliografía que no trata a la Luna como un satélite de La Tierra, sino que considera a ambos como un sistema planetario doble, lo cual tiene mucho sentido. Lo mismo le ocurre al planeta enano Plutón, y a su principal satélite, Caronte.
Los asteroides son cuerpos menores que vagan por el Sistema Solar. Suponen conjuntos de materia que no se han agregado aún a ningún cuerpo mayor para formar parte de él, ni han sido expulsados del sistema debido a la interacción gravitatoria con otros cuerpos. Son la materia prima sobrante del proceso de fabricación planetario.
Están principalmente ubicados entre Marte y Júpiter, en el denominado Cinturón de Asteroides, el cual alberga también al planeta enano Ceres. Sus tamaños varían desde cientos de kilómetros, hasta unos pocos metros.
Se calcula que la masa total de estos objetos es menor al 5% de la masa lunar, y que se encuentra dispersa en cientos de miles de objetos, principalmente pequeños.
Dado que se reparten en un espacio tan enorme, aunque atravesásemos el Cinturón de Asteroides con nuestra nave espacial, no tendríamos que ir regateando para evitar colisiones como vemos en algunas películas, ya que la probabilidad de choque sería mínima.
Y para finalizar, existen dos zonas o estructuras más dentro del Sistema Solar que merecen mención: el Cinturón de Kuiper, y la Nube de Oort.
La primera es una estructura toroidal12 que abarca desde unas 30UA a 50UA13, y que está compuesto por asteroides y cometas de periodo corto, y alberga a 3 planetas enanos conocidos: Plutón, Makemake, y Haumea. Es, en esencia, otro cinturón de asteroides remanentes de la formación del sistema, pero mucho más grande, tanto en volumen, como en masa.
50UA es mucha distancia, concretamente 50 veces la distancia media de La Tierra al Sol, o lo que es lo mismo, 7.500 millones de km. Esto significa que nuestro querido rayo de luz tarda algo más de 4 horas en alcanzar el Cinturón de Kuiper, y casi 3 en atravesarlo. Está lejos y es extenso.
Pero esto no es nada para la última estructura: la Nube de Oort. Esta nube está compuesta por dos estructuras bien diferenciadas, una, interior y con forma de disco, y otra, exterior, y con forma de esfera que rodea por completo al Sol, contiene cientos de millones de objetos, principalmente cometas de periodo largo, y también asteroides y cuerpos de cierta envergadura, como Sedna, un candidato a planeta enano aún pendiente de reconocer.
Esta estructura es una de las más grandes y lejanas del Sistema Solar, situándose su borde externo a distancias de más de 1 año luz de nuestra estrella. Dada la enorme distancia, sus objetos están ya muy poco ligados gravitacionalmente al Sol, por lo que pequeñas interacciones con estrellas cercanas o estructuras galácticas, desestabilizan con facilidad sus elementos, expulsándolos al espacio interestelar, o hacia el sistema solar interior, con el consiguiente riesgo de colisión.
Se cree que algo perturba esta estructura de forma periódica, cada 26 millones de años, haciendo que grandes cantidades de cometas se precipiten hacia el interior, causando épocas de muchos impactos en los planetas interiores, que se corresponden con los ciclos de extinción que La Tierra experimenta en estos periodos.
De ahí que la teoría del Némesis antes indicada tenga una base teórica bien asentada, aunque por el momento esté experimentalmente descartada.
12 Geométricamente hablando, un toro es una estructura con forma de donut.
13 Una UA o Unidad Astronómica es la distancia media que separa La Tierra del Sol, establecida en 150.000.000 de km.
Bueno, pues hemos llegado al final de nuestro viaje. ¿Un poco extenso? Posiblemente, pero reconoceréis que apasionante, y de fácil manejo, sobre todo con ese par de copillas de vino que hoy nos hemos permitido como licencia.
Y, hombre, ya puestos, algo hemos aprendido. Al menos ahora podemos aventurarnos a dar una respuesta ligeramente diferente a la pregunta inicial de ¿Qué es el Sistema Solar? Posiblemente, todos acordaríamos responder algo así: El Sol, y toda su área de influencia. Una respuesta diferente, pero que, de nuevo, no nos tiene en cuenta.
Una vez más, esto es sólo una aproximación. No están todos los que son. Disculpen las carencias, disculpen, sobre todo, las licencias, y sean benévolos con los errores que hayamos podido cometer. Como siempre, nuestra intención es entretener, y a poder ser, generar curiosidad y respeto por la Ciencia. Y con conseguir sólo una pizca de tan sólo una de ellas, sentiremos que nuestro trabajo ha merecido, sobradamente, la pena.
Seguiremos por aquí.
¡Nos vemos!
Entusiasta del software, la música, y la ciencia, llevo desde chaval metido en los tres tinglados todo lo que mi tiempo y mis capacidades me permiten. Estudié Ingeniería Técnica Informática en la Universidad de Castilla – La Mancha, Máster Universitario en Tecnologías Informáticas Avanzadas en la misma universidad, y Máster Universitario en Inteligencia Artificial por la Universidad Internacional de la Rioja, y me he dedicado al software durante toda mi vida profesional, así como a leer toda la divulgación posible sobre ciencia, especialmente en las ramas de la astrofísica y astronomía, e interiorizarla al paso de alguien con más paciencia que entendederas.