Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
Cuadernos Manchegos

Nos preocupamos mucho sobre nuestra vida. Y es lógico, hemos de garantizar que cubrimos todas nuestras necesidades vitales, y las de aquellos que están a nuestro cargo. Y ya, de paso, si podemos darnos algún lujo extra más allá de lo estrictamente necesario, pues mejor. Que el que inventó el vino no lo hizo por necesidad, y de ahí acabamos en el iPhone, ambos superfluos y completamente accesorios bajo un plano vital, pero “necesarios” en nuestra concepción de vida.

Muy bien, una gran obviedad. Gracias por nada. Al tocino, ¿con qué vienes hoy?
¡Hola! ¡Cuánto tiempo! Bien, os veo pragmáticos, y me gusta. Venga, al lío: hoy vamos a intentar responder a la pregunta ¿Qué es la vida? Así, a pelo.
Y digo intentar porque, como veremos, no hay una respuesta exacta y general. Según el enfoque con el que abordemos la pregunta, ésta toma diversos caminos, los cuales se extienden desde la biología más purista y científica, hasta la filosofía y, si nos dejamos llevar, incluso la metafísica.
Pero como sabéis, aquí intentaremos, como siempre, quedarnos en un marco científico, y cuando recurramos a la filosofía, lo haremos dentro de su conjunción con la ciencia, ya que esta última la requiere cuando merodea por sus propias fronteras.
Así que hoy no hablaremos sobre entidades superiores, religiones, de hacia dónde vamos, ni de dónde venimos. Hoy intentaremos identificar qué es la vida según la ciencia, y quizá un poquito más… Pero seremos concretos, hoy no nos extenderemos demasiado.
Gracias.
No hay de qué.
Vamos allá, que para eso hemos venido.

La Vida 1
Ilustración 1 - Fuente: memegenerator.net

Bien, siguiendo la línea de ser directos y específicos que hemos acordado, hemos de decir que la vida, estrictamente, sólo se da a nivel celular.
¿Pero qué dices? Vamos a ver, alma cándida, ¿acaso tengo yo pinta de célula? Porque no me dirás que no estoy vivo…
Bien, sí, lo estás, pero aquí ya nos estamos encontrando con los primeros problemas a la hora de aportar una definición. Biológicamente hablando, eres una colonia. Una colonia funcional y autónoma, autodefinida, si quieres, pero una colonia, formada por billones (sí, con “b”, el billón europeo) de células, las cuales están especializadas en una función concreta, y cuya colaboración ordenada te genera y te permite actuar. Y ni siquiera con eso podrías vivir, ya que, si no tuvieses, además, millones de parásitos en tu cuerpo, completamente externos a ti, ni siquiera podrías alimentarte.
Sí, somos capaces de asimilar los alimentos gracias a multitud de tipos de bacterias, externas a nuestro propio diseño biológico como individuos, sin las cuales, nos resultaría imposible hacerlo. Y sin esto, es obvio que moriríamos. No podríamos estar vivos.

Por tanto, no parece tan descabellado afirmar que, como individuo, no eres sino la unión colaborativa de una enorme mancomunidad de células. Tu identidad individual es tan sólo un constructo1, algo que tú mismo te montas para definirte. Pero no eres una entidad, eres un conjunto, fruto del cual, surge tu identidad.
Vamos a discutirlo a través de un breve paseo de unos miles de millones de años.

La Vida 1
Ilustración 2 - Bueno, hoy vamos a meterle mucha caña al condensador de fluzo. Fuente: Back to the Future, Universal Pictures.

Según parece, existen fósiles que permiten afirmar que la vida surgió en nuestro planeta hace 3.800 millones de años. Teniendo en cuenta que la edad de La Tierra es de unos 4.500 millones de años, pues parece que no tardó demasiado en aparecer. La Tierra lleva habitada desde su infancia.

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1 Constructo. Me encanta ese palabro. Define muy bien la frontera entre lo que es, y lo que imaginamos que es. Sus dos acepciones son aplicables a este contexto. La primera, según la RAE, es “Construcción teórica para comprender un problema determinado.” La segunda, más usada en el terreno de la psicología, es “Categoría descriptiva bipolar con la que cada individuo organiza datos y experiencias de su mundo, como el frío y el calor, lo dinámico y lo estático, etc.”, y añado yo: lo vivo y lo inerte.

Pero, durante los 700 millones de años que no lo estuvo, también ocurrieron cosas interesantes. La vida, en esencia, es una organización de la materia tal, que le confiere ciertas cualidades dinámicas como autorreplicarse u obtener energía del medio para su uso.
Esto le resulta posible, debido a que esta materia, inicialmente inerte, se organiza de formas muy complejas, y esta complejidad no surge de la noche a la mañana. Las moléculas van, de forma aleatoria pero constante, organizándose de formas cada vez más intrincadas, hasta que ciertas organizaciones manifiestan capacidades únicas, tales como, por ejemplo, almacenar información, o transportar elementos químicos de un lugar a otro.
Estas moléculas, complejas pero aún no vivas, como el ADN o las proteínas, son el paso necesario previo a la vida, ya que, si bien no están vivas en el sentido estricto de la definición, suponen los elementos básicos de la vida. Son el último paso de la materia inanimada, justo antes del surgimiento de primer elemento vivo. Pues bien, estos procesos biológicos, que no generaron vida en sí mismos, pero que forman parte del camino necesario para alcanzarla, se llevaron a cabo durante esos primeros 700 millones de años.

Por tanto, si bien La Tierra no contuvo vida durante este periodo inicial, sí que estuvo trabajando intensamente para generarla. Parece, por tanto, que los procesos biológicos son inherentes a la propia materia, y que cuando ésta existe, los pasos que acaban generando vida parecen formar parte intrínseca del tinglado. Pero bueno, esto es harina de otro costal.

El caso es que, aquí, en La Tierra, esto ocurrió así, y cuando estas moléculas, complejas pero prebióticas, se organizaron, fueron capaces de, uniendo y orquestando sus diferentes capacidades funcionales, formar el primer elemento vivo: una célula autónoma.
En ella, las proteínas se encargaron de darle una membrana que la separase del entorno circundante, y de transportar desde éste otras moléculas hacia adentro para que, procesándolas, la célula pudiese obtener energía.
El ADN, con su capacidad de almacenar información, fue capaz de codificar cómo generar otra nueva célula idéntica, de forma que, con la energía obtenida y procesada gracias a las proteínas, y con la información almacenada en el ADN, la célula fue capaz de construir una copia de sí misma.
Y ahora sí, amigos, tenemos la primera forma de vida conocida: una célula procariota.

¿Y por qué la célula está viva, - diréis, - y las proteínas y el ADN, por ejemplo, no? Y será una muy buena pregunta. La clave de todo esto está en que, para considerar algo vivo, el consenso mayoritario indica que este elemento debe ser capaz de hacer copias razonablemente idénticas de sí mismo (reproducirse), obtener energía del medio (metabolizar - nutrirse), e interactuar con el entorno (relación).
La proteína y el ADN, si bien son moléculas sin las cuales la célula no podría estar viva, no pueden por sí mismas replicarse ni nutrirse. Sí que algunas de ellas interactúan con el medio, pero con eso no es suficiente. Deben ser capaces de realizar las tres funciones básicas exigibles a la vida: reproducción, nutrición, y relación.
¡Ah! ¡Ahora recuerdo! ¡Eso lo dábamos en el colegio! Exacto. El consenso actual respecto de qué está vivo, y qué no, es que un elemento pueda, autónomamente, realizar estas tres funciones.

Permitidme aquí un pequeño paréntesis para salirme del tema, ya que es muy interesante y breve. Y es algo que, lamentablemente, está de actualidad.
Mayoritariamente se considera, hoy en día, que los virus no son entidades que puedan considerarse vivas. Sin duda, son algo tremendamente cercano a la vida, pero no están vivos. ¿Qué por qué? Bien, la clave vuelve a estar en estas tres funciones.

Podemos decir que un virus sí que interactúa con su entorno. Es decir, se relaciona. Bien, una de tres.

Podemos discutir si se reproduce. Autónomamente no lo hace, ya que es en esencia una envoltura de lípidos que contiene dentro ARN o ADN, y, si bien contiene la información necesaria como para crear una copia de sí mismo, no dispone de los mecanismos para llevarla a cabo.
Pero el muy bribón, es capaz de entrar en una célula, y aprovechar sus mecanismos para que, en lugar de que ésta se replique a sí misma, lo replique a él. Entra y la engaña, cambiando el código genético de la célula (su ADN), por el suyo propio, de forma que cuando los mecanismos de replicación de la célula se activan, en lugar de construir otra célula, construyen un virus, ya que las instrucciones han sido cambiadas. Muy pillo él, y, aunque no nos venga nada bien, hemos de decir que, si bien no está del todo claro que esto pueda considerarse reproducirse, sí que es claro que tampoco podemos afirmar que no sea capaz de hacerlo.
No se autorreplica, pero se replica. Consigue reproducirse, aunque con ayuda. Como casi todos los animales, plantas y hongos, que tampoco tienen autonomía completa para hacerlo. Necesitan de otros seres.
Bien, dos de tres, seamos benévolos.

Pero, ay, amigos, nutrirse no se nutre. Un virus es incapaz de metabolizar. Es decir, no puede obtener energía de la materia que consigue del entorno. Y, por tanto, no puede nutrirse. Y si no cumples con las tres, no se te considera vivo, y debido justo a esto es por lo que el consenso general debe ser el de no considerar vivos a los virus, aunque no podemos negar que, aunque no les otorguemos esa categoría, están lo suficientemente cerca de estarlo como para que haya dudas razonables, e incluso opiniones contrarias muy fundamentadas y coherentes.

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Ilustración 3 - Hay virus de multitud de tamaños y formas, pero todos ellos se apoyan en lo mismo: tener una forma que les permita adherirse a las células para entrar en ellas, y un recubrimiento para proteger su material genético, ya sea en forma de ARN o de ADN. Fuente: National Human Genome Research Institute.

Bien, volviendo a la vida, la célula es el elemento vivo por antonomasia. Tú también estas vivo, ya que cumples con las tres funciones necesarias para ello, pero es así gracias a que estás compuesto de muchísimos elementos vivos, tus células, no porque tú lo estés de forma intrínseca. Es la vida de tus células la que te confiere a ti, como elemento superior, tu propia vida. Tú, en ti mismo, no posees esa cualidad.

Bueno, vale. Con mucho rizo y artefacto has conseguido llevarte el gato al agua. Te lo acepto, pero más para que te calles, que porque esté absolutamente de acuerdo.
Sí, tenéis razón. Como hemos dicho al principio, en esto de la vida tendremos que tirar mucho de matices. Se trata de algo tan sutil, que los detalles son tremendamente importantes.

Bien prosigamos nuestro viaje. Estas células originales eran procariotas, es decir, no tenían núcleo. Esto significa que su organización era muy sencilla y caótica: básicamente disponían de un recubrimiento que las aislaba del entorno (membrana celular), y dentro de ésta estaba todo desparramado. Los orgánulos que las formaban, tales como los ribosomas o el propio ADN, estaban sueltos dentro de esta membrana, sin una organización estructurada.
Si lo pensamos bien, es lógico. Es normal que las primeras células fuesen de un tipo sencillo y poco complejo. Es más fácil de conseguir.

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Ilustración 4 - Representación de una célula procariota. Fuente: hidden-nature.com

Pero no por simples no fueron efectivas. Estas células reinaron, ellas solitas, durante la friolera de 2.300 millones de años. Y eso no es baladí, ya que no fue hasta hace 1.500 millones de años cuando surgieron las células eucariotas, o aquellas que sí disponen de un núcleo y de una organización estructurada y compleja. Aquellas que forman todos los animales, hongos, y plantas. Aquellas que forman todo lo macro.

Pero, no entiendo. La vida siempre busca el camino más fácil. ¿Qué sentido tiene disponer de una mayor complejidad, si al final obtienes lo mismo? ¿Por qué, tras 2.300 millones de años, estas células sencillas, pero perfectamente adaptadas, se vuelven más complejas para, en el fondo, seguir haciendo lo mismo? ¿No expone esto una peor adaptación al medio, y, por tanto, abocada al fracaso y la extinción?
La pregunta es excelente. No es trivial, en absoluto, y tampoco la responderemos con la profundidad que requiere, pero sin duda, es una pregunta excelente. De las que abren melones.

No se extinguieron, en esencia, porque se especializaron. Avanzaron. Utilizaron su mejor organización interna para metabolizar mejor. Esto aumentó su aporte energético, y este plus de energía lo utilizaron para realizar nuevas tareas más complejas. Y con esto, surgió la especialización, es decir, células que sabían hacer muy bien una cosa concreta.
Fruto de esta especialización, las eucariotas tuvieron algo que ofrecer diferente a lo que ya ofrecían sus predecesoras, las procariotas, ocupando así un nicho biológico diferente al que sus primas no tenían acceso.
Y de paso, le marcaron un gol por toda la escuadra a la evolución. Abrieron una nueva era.

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Ilustración 5 - Representación de una célula eucariota animal (izquierda) y vegetal (derecha). Como se ve, disponen de una organización y estructura más complejas y organizadas. Fuente: hidden-nature.com

Cuando estas células, con la tranquilidad que dan los eones, fueron, de forma lenta pero inexorable, adquiriendo nuevas habilidades, se fueron especializando en el proceso. Esto hizo que hubiese células muy eficientes realizando ciertas acciones, como, por ejemplo, la fotosíntesis.
Cuando las células, ya complejas, desentrañaron los secretos de la fotosíntesis, todo cambió.
Sí, eso he oído muchas veces, pero no lo entiendo. Bien, pues una forma más de alimentarse, ¿no? ¿Qué diferencia hay entre comer arroz o garbanzos? Es comer, al fin y al cabo…
Sí, y no. El razonamiento es cierto, pero no es completo. Hasta el momento de la aparición de los primeros cloroplastos2 fotosintéticos, y después de ellos, de hecho, alimentarse implicaba tomar del entorno ciertos elementos y transformarlos (metabolizarlos) en otros que pudiesen ser utilizados como fuente de energía. Es decir, estábamos hablando de tomar una materia, y convertirla en energía.

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2 Orgánulo interno que es el que realmente confiere a la célula la capacidad de realizar la fotosíntesis. Es el elemento que realmente metaboliza alimento a través de la luz solar.

Pero la fotosíntesis va un paso más allá: genera su propio alimento. No se basa en una simple transformación de un elemento en otro, sino que toma la energía proveniente del Sol, y la utiliza para generar la suya propia, la cual utiliza en el proceso. Es decir, estas células pueden sobrevivir en un entorno mucho más pobre en elementos, ya que sólo necesitan agua y dióxido de carbono. El resto, les sobra.
Recordemos que el agua es un elemento abundante en el planeta, y el dióxido de carbono está presente en nuestra atmósfera, es imposible no disponer de él3. Por tanto, estas células, para sobrevivir, requerían, básicamente, luz solar. El resto, lo tenían disponible en casi cualquier lugar del planeta, por lo que podían prosperar en casi cualquier lugar de éste, expandiendo enormemente las posibilidades de colonización.

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Ilustración 6 - Representación de un cloroplasto. La fotosíntesis es una verdadera obra maestra de la ingeniería natural, de la cual aún estamos muy lejos. Fuente: ejemplos.net

Sólo las plantas pueden hacer esto. Cualquier otro organismo, por avanzado que sea, requiere que en su entorno se encuentre su sustento. Unos necesitan que el entorno contenga plantas, otros, animales, pero todos ellos, sin excepción, requieren que su alimento esté presente en su entorno, so pena de muerte.
Pero las plantas no. Por eso las encontramos en casi cualquier entorno.
Y, además, generan un contexto muy poético. Pensemos lo siguiente: ¿qué estás haciendo realmente cuando haces una hoguera y cocinas un chuletón de ternera para acompañarlo con un buen tinto del terruño? Pues siendo feliz, me diréis. Y sí, estoy de acuerdo.
Pero también estáis liberando en forma de calor la energía que una planta obtuvo del Sol, para con ello calentar una carne que ha podido generarse gracias a haber ingerido plantas que obtuvieron la energía del Sol, para beber un líquido extraído del fruto generado por una planta gracias a la energía que obtuvo del Sol.

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3 De hecho, en aquella época había mucho más. Ha sido la acción de estas células la que ha ido generando el oxígeno como un subproducto de su acción fotosintética, y han ido retirando CO2 de la atmósfera y devolviéndolo al “suelo”.

¿Veis? En definitiva, las plantas han permitido que vivamos gracias a la energía del Sol, prácticamente inagotable y gratuita. Han sido el catalizador que han permitido que en La Tierra se genere nuevo alimento, sintetizando la energía que gratuita y constantemente recibimos de nuestra estrella anfitriona. De otra forma, hubiese habido un número limitado de recursos, los disponibles en el planeta, los cuales, antes o después, acabarían habiendo sido consumidos. Y tras ello, al hoyo. Puede que la vida hubiese encontrado otras formas, pero sin duda, las condiciones hubiesen sido muy diferentes, y no hubiesen permitido la explosión evolutiva que se generó a partir de este momento, sin duda el más importante en la historia de la evolución de la vida.

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Ilustración 7 - Y si además te preguntas cómo funciona el Sol, aquí te dejamos un enlace a uno de los artículos de la sección. Fuente: Cuadernos Manchegos.

Pero no todo el monte es orégano. Como siempre, todo tiene su precio. Uno no puede usar el planeta y no pagar el alquiler.
La especialización siempre tiene una ventaja y un coste. La ventaja es la indicada: se optimiza muchísimo la ejecución de una tarea, obteniendo así sus bondades derivadas. Pero, necesariamente, se pierde control sobre otras, las cuales pueden ser necesarias.
Cuanto más te especialices en física de partículas, necesariamente, menos tiempo dispondrás para la mecánica, por lo que, si bien serás cada vez mejor físico, serás un pobre mecánico.  Es el precio a pagar: sabrás mucho de algo muy concreto, y sabrás poco del resto. Esto te obligará a tener que solicitar ayuda cuando tu coche, a fin de mes, por supuesto, te de alguna sorpresa. Es decir, tu especialización te fuerza a la colaboración.

Y esto es lo que ocurrió con las células, cada vez más especializadas y eficientes en sus tareas concretas. Necesitaron ayuda. Una célula fotosintética es todo un monstruo biológico en cuanto a la producción de energía se refiere. Pero ahí acaba su función. Una vez que ha generado la glucosa, pues quizá no es la mejor consumiéndola, es decir, metabolizándola para llevar a cabo otras tareas también necesarias para estar viva. Que no sólo de fotosíntesis vive el hombre.
Pues resulta que, cuando este tipo de células se unen a otras, incapaces de generar glucosa de la nada, pero expertas metabolizándola para producir energía, todos ganan. La célula metabolizadora, al estar unida a una célula fotosintética, deja de requerir entornos con glucosa para poder vivir, ya que ésta se la proporciona su buena amiga fotosintética, obteniéndola directamente de la energía solar.
Y la célula fotosintética puede disponer de la energía que su compañera le devuelve a cambio, ya que de poco vale producir glucosa, si luego no se sabe utilizar.
Esta unión, este trabajo conjunto, mancomunado, del que todos los actores reciben un beneficio a cambio de un aporte, recibe el nombre de simbiosis, y seguro, sí o sí, os suena también del colegio.

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Ilustración 8- Lamentablemente, no escuchamos demasiado a la madre Naturaleza, y generamos relaciones más parasitarias que simbióticas. Fuente: Lenin Valdiviezo (leninvaldiviezo.wordpress.com)

Pues bien, cuando estas células se unieron para trabajar de forma simbiótica en un objetivo común, hace aproximadamente unos 600 millones de años, surgieron las primeras plantas en forma de alga, unos de los primeros organismos pluricelulares que puede considerarse vivo, como extensión de la vida que subyace a sus componentes celulares individuales.

Fijaos, que esto es espectacular: de los 3.800 millones de años que lleva habiendo vida en nuestro planeta, hasta hace 600, toda la vida ha sido celular. Exclusivamente celular, durante la friolera de 3.200 millones de años. Casi na

Y ojo, que no sólo es que hayan colonizado el planeta durante la mayor parte de su historia. Es que siguen aquí, y siguen siendo importantes.
Se estima que la biomasa4 del planeta es de unos 550 Gt (Gigatoneladas), o lo que es lo mismo, 550.000 millones de toneladas. Pues bien, hoy en día, 70 de esas 550 Gt son bacterias. ¿Que qué son las bacterias? Son células procariotas.

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4 Se denomina biomasa al conjunto total de materia compuesta por seres vivos, sean estos de la forma que sean.

¿De las primeras? ¿De las que eran simples, sin organización? ¿Las que aparecieron hace 3.800 millones de años? Exacto. Tan buenas son adaptándose al entorno, que en todo este tiempo no sólo no han desaparecido, sino que han prosperado.
Bueno, prosperado, igual es mucho decir. 70 de 550 tampoco es tanto... Echa el freno, Magdaleno, que no vas bien. De las 550 Gt, sólo 2 Gt las aportan los animales. TODOS los animales, lo que implica que, dentro de esas 2, la mayoría son insectos. Los animales salvajes terrestres apenas aportan 0.007 de esas 2, y los humanos, tan sólo unas pobres 0.06 Gt.

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Ilustración 9 - Distribución de la biomasa. Fuente: Yinon M. Bar-On, Rob Phillips, and Ron Milo (2018) The biomass distribution on Earth | PNAS doi: 10.1073/pnas.1711842115

Sí, efectivamente, las grandes ganadoras son, sin duda, las plantas. Y por auténtica goleada.
Y es que no tener que vivir al ladito de tu alimento, porque te lo puedes generar tú mismo con tan sólo agua, dióxido de carbono, y luz solar, parece ser una adaptación exageradamente buena.
No sólo porque te permite reinar con insultante suficiencia dentro del reino de la vida, sino porque, además, el resto se alimentan de ti, por lo que, si desapareces, lo hacen casi todos los demás. Con dos c*j0n3$.

Pero si nos fijamos, podemos hacer otro análisis muy interesante dentro de esta distribución. Vemos que, aunque las bacterias siguen por aquí, y lo hacen con fuerza, ocupando un segundo honroso puesto, y las arqueas5, el tercero, la inmensa mayoría, un total de 473 de las 50 Gt de biomasa, están repartidos en seres pluricelulares. Es decir, la batalla la ganan claramente los seres complejos, compuestos todos ellos de células eucariotas, más complejas y especializadas, que trabajan de forma mancomunada en un objetivo común: el propio individuo que componen.

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5 Las arqueas son también seres unicelulares procariotas, muy parecidos a las bacterias, pero catalogados dentro de su propia demarcación, en base a ciertas características propias.

Y es aquí, amigos, por fin, donde aterrizamos en el verdadero meollo de la cuestión que abrimos al principio.
Al igual que tú, es evidente que estos individuos, ya sean una planta, un león, una mosca, o una seta, están vivos. Pero ¿lo están por derecho propio, o alcanzan esta cualidad como consecuencia del trabajo sinérgico de elementos vivos más pequeños?
Bien, pues resulta que, en este caso, no hay que elegir. Podemos quedarnos con ambas opciones: tanto tú como tus células sois seres vivos. No es que tú, por acabar siendo un ente vivo, le robes esa cualidad a tus células, o que ellas, por estarlo, impidan que tú la adquieras: eres un ser vivo por el hecho de ser la unión sinérgica y colaborativa de billones de seres vivos. Así de sencillo. Así de potente.
Ah, ya entiendo, cuando los seres vivos microscópicos se unen, además de estar vivos ellos, generan un ser vivo de mayor entidad, ¿es eso? Bueno, pues sí, y no. Lo que decís es correcto, pero no lo es siempre. Como suele ocurrir, las cosas no pasan de blanco a negro en un único paso, sino que pasan por grises intermedios. Veamos…

La Vida 10
Ilustración 10 - Fuente: memegenerator.com

Unos 100 millones de años después de la generación de los primeros organismos vivos de los que tenemos constancia, hace 3.700 millones de años, estos comenzaros a unirse, y, fruto de esta unión generaron estructuras más grandes.
Pero, no lo entiendo. Antes has comentado que los primeros seres pluricelulares más grandes que una simple célula aparecieron hace unos 600 millones de años. Esto que ahora dices, es muy muy anterior…
Cierto. Y no lo invalida. No lo hace porque, estas primeras uniones de seres unicelulares generaron estructuras, no seres.
Estas estructuras permitían a las células realizar un mejor aprovechamiento de sus procesos metabólicos, pero no los modificaba ni los unía para un fin común y mayor. Por tanto, estas estructuras eran, en esencia montones de seres vivos apilados en un mismo lugar, pero no un ser vivo en sí mismo.
Un ejemplo de esto son los estromatolitos. Estos, que comenzaron a vagar por el planeta hace ya 3.700 millones de años, y que todavía hoy andan por aquí, son enormes montones de células, las cuales, al ir muriendo, dejan una capa de residuos inertes, sobre la cual se genera una nueva capa de bacterias vivas, las cuales repiten el ciclo. Con el paso del tiempo, el resultado son estructuras inertes generadas como resultado de la actividad biológica de seres vivos, pero que no llegan a cobrar entidad por sí mismas, más allá de ser una simple estructura mineral bioconstruida.

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Ilustración 11 - Aún hoy tenemos estromatolitos. Son unos verdaderos campeones en esto de la carrera de la vida. Aunque no están vivos. Fuente: fitopasion.com

Y estas estructuras son los grises a los que nos referíamos. Si bien no están vivas, sí que presentan una interesante combinación de elementos que las hace dignas de estudio.
La principal de ellas es el hecho de que no están compuestas sólo por un tipo de células, sino por distintos tipos. Esta combinación inicial, que aún no unión, hizo que, de nuevo con el paso del tiempo, estas células aprendiesen a sacarse provecho las unas a las otras, de forma que una célula sin una funcionalidad específica pudiese obtener parte de los beneficios que ésta genera en otra célula vecina, que sí disponía de ella. Gracias a esto, una célula no fotosintética podía obtener la glucosa generada por su vecina gracias a la fotosíntesis, lo que le permitía no tener que preocuparse tanto por tener que obtenerla del entorno.
¿Y esto qué?, diréis. Tampoco parece tan importante… Pero lo es. ¿Que por qué? Porque es la parrilla de salida de la ya mencionada especialización.

Cuando la célula no tiene que preocuparse tanto de obtener glucosa del entorno, puede dedicar su tiempo a mejorar otros procesos, como, por ejemplo, metabolizarla, es decir, procesarla para obtener energía. Y, si su célula fotosintética vecina es capaz de obtener parte de esa energía, tendremos un par de células especializadas: una genera alimento, y otra lo procesa para genera energía.
Y esta especialización, como se ve claramente, carece de sentido sin la colaboración. Si las células no fuesen capaces de obtener beneficios mutuos las unas de las otras, la especialización no sería una ventaja, sino un lastre, ya que de poco le valdría a una poder generar alimento de la nada si no puede comérselo, y a la otra de nada le valdría ser una especialista transformando alimento en energía, si es incapaz de obtenerlo.
Estas es la definición de sinergia: cuando la unión de varios elementos genera un resultado mayor que la simple suma de estos. Sí, amigos, la Naturaleza es unionista. Siento decirte que, si eres una de esas personas que prefieren segmentar a los individuos humanos por razas, países, o cualquier otro criterio aislante, tienes un criterio contra natura. Miles de millones de años de evolución no sólo nos han dejado claro que la clave no está en segmentar, sino en unir, y que sin la unión sinérgica jamás hubiésemos alcanzado el estado actual. Es decir, unir no es que sea mejor, es que es necesario.
Una vez más, Universo, 1, humanos, 0.
Eh, tú, no metas la política en esto. No aproveches para adoctrinar. No lo hago. No hablo de política, hablo de estrategia. Tú sigue al político, dios, equipo de fútbol, chamán, o youtuber que prefieras. Pero cuando tengas que elegir entre realizar una tarea de forma colaborativa, o aislada, acuérdate de esto. Te vendrá bien.

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Ilustración 12 - A veces las respuestas están dadas, sólo hay que querer tomarlas.

Bueno, pues ya estaría, gracias por todo. Resumen: la vida surge en un entorno, y lo aprovecha en su propio beneficio, adaptándose a él. Era eso, ¿no?
Sí, efectivamente. Era eso, pero no sólo eso. Y es que la vida es aún más potente. Veamos.
Hasta donde sabemos, la vida parece un proceso imparable. No sabemos si es un proceso común (personalmente opino que sí), o incluso un proceso inevitable (personalmente opino que sí), pero sí sabemos que es tremendamente tenaz: una vez que aparece, resulta extremadamente difícil erradicarla.

Hey, espera, espera, … ¿acaso no se están extinguiendo especies de forma constante?
Sí. Pero la vida sigue. Puede que tú, como individuo vivo, seas muy vulnerable. Es posible que hasta toda tu especie lo sea. Es probable que vivas gracias a un complejo y frágil equilibrio, y que el más mínimo cambio en él te lleve al hoyo.
Pero la vida seguirá. Enormes cataclismos y problemas bastante más graves que quedarse sin internet se han producido en el planeta a lo largo de su historia, y en multitud de ocasiones. Y, aunque a veces le ha pegado un buen golpe, la vida ha seguido.

La vida no sólo prospera en un entorno y se agarra a él con fuerza, sino que lo modifica. Nosotros, sin ir más lejos, al igual que la inmensa mayoría de animales de alto nivel, vivimos gracias a la basura que otros generaron. El oxígeno que respiramos es un residuo generado por células que vivieron antes que nosotros y que aún siguen aquí. Es, literalmente, su basura, sus desechos. Y, sin embargo, es nuestro sustento.
Si la vida anterior a nosotros no hubiese modificado el planeta para que su atmósfera pasase de ser un conjunto tóxico y alcalino de gases, a un océano gaseoso respirable, no podríamos estar aquí. Por tanto, la vida no sólo se adapta al entorno, sino que lo modifica, y como consecuencia genera nuevos tipos de vida que vuelven a adaptarse al nuevo escenario.
La vida es tremendamente potente. Nada puede con ella.

Esperad, ¿nada? Bueno, casi. Como sabéis, nuestro Sol tiene un ciclo vital que lo llevará no sólo a morir, sino a cargarse nuestro querido planeta por el camino. Y si bien podemos asumir que, según las condiciones vayan empeorando, la vida podrá ir adaptándose a ellas, es seguro que cuando el planeta caiga, lo haremos todos. Nuestra única alternativa es encontrar otro hogar antes de que esto ocurra.
¿Y qué nos llevará fuera de nuestro planeta? Exacto, la tecnología.
¿Y qué es la tecnología? Correcto. La hija de la ciencia.

Por tanto, señoras, señores, no es que la ciencia que sirva para algo. Es que es nuestra única esperanza.

Espera, espera, buen intento. Un fin épico, bien traído. Pero no te puedes ir sin dar una respuesta concreta a la pregunta que tú mismo has planteado. A ver si después de hacerme leer todo esto, vas a querer largarte sin cumplir tu parte del trato…
Bien, es cierto. Tenéis todo el derecho del mundo a exigirlo. Hemos planteado la pregunta de ¿Qué es la vida? Y vamos a ser muy concretos al responderla. Si tengo que elegir una definición respecto de qué es la vida, elegiría esta: “La vida es la cualidad que surge cuando la materia se organiza de forma tal, que le permite realizar de forma autónoma tareas de interacción con el entorno, obtención y procesamiento de energía, y autorreplicación”.
Así de frío y de poco romántico.

Y ahora sí: gracias por vuestro interés y paciencia.

¡Nos vemos!

Javier Lara

Entusiasta del software, la música, y la ciencia, llevo desde chaval metido en los tres tinglados todo lo que mi tiempo y mis capacidades me permiten. Estudié Ingeniería Técnica Informática en la Universidad de Castilla – La Mancha, Máster Universitario en Tecnologías Informáticas Avanzadas en la misma universidad, y Máster Universitario en Inteligencia Artificial por la Universidad Internacional de la Rioja, y me he dedicado al software durante toda mi vida profesional, así como a leer toda la divulgación posible sobre ciencia, especialmente en las ramas de la astrofísica y astronomía

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