Bajo un cielo que amenaza, se dibuja el arco en calma, como un puente entre la niebla y el susurro de mi alma.
Dos arcos en el cielo, promesas que no se tocan, reflejos de un mismo anhelo, resplandor en horas rotas.
La ciudad, quieta, contempla el milagro en su fachada, mientras el reloj se empeña en marcar la luz dorada.
Qué efímero el color, qué eterno en la mirada, un arcoíris doble en flor sobre la tarde cansada.
Miguel Ángel Bernao