En uno de mis recorridos por las calles de nuestro pueblo pasé por la Glorieta María Cristina y entré en el parque para ver y fotografiar la escultura de Lorenzete, que ahora se pone como Lorencete, y recordé la larga y extraña historia de esta imagen que se ha convertido en un símbolo e icono tan de los tomelloseros por representar una figura simpática y agradable de un pescador apoyado con toda tranquilidad en una rocas esperando pescar algún pez. Contemplándolo durante un pequeño tiempo te produce la sensación de paz, de tranquilidad, de sosiego e incluso llegas a pensar que hay ocasiones que estar solo haciendo algo sin ninguna prisa debería ser lo que deberíamos hacer con nuestra vida.
Pero dejándome de etéreos pensamientos hay que recordar que el solar donde se encuentra actualmente la glorieta y el Museo López Torres fue durante cincuenta años cementerio y con fecha 1899 se construyó el Teatro Echegaray, teniendo posteriormente distintos usos como fábrica de luz, almacén de grano y posteriormente el Ayuntamiento compró el terreno y construyó un Colegio y realizó la glorieta.
Recuerdo que esta figura se instauró por primera vez en el año 1922, siendo alcalde Francisco Carretero, costó 360 pesetas y que a lo largo de cerca de 100 años ha tenido una serie de peripecias y sucesos que bien se merece recordar y casi escribir una novela.
En los años sesenta tuvo que cambiarse por otra también de piedra, porque se encontraba muy mermada y de deficiente estado por ser muy vieja.
Ya en esta primera ocasión se iniciaba su historia. En 1980 la estatua desapareció de forma misteriosa sin saber nadie qué había pasado con ella, porque no se encontraron restos de haber sido destrozada o tirada. El pueblo comenzó a hacer sus comentarios y se iniciaron diversas opiniones haciendo pensar que se la habían llevado. Continuaron las insinuaciones y se llegó pensar que habían intervenido alguien del ayuntamiento e incluso que la estatua se encontraba en la finca Malabad. Así que con esta opinión el propio constructor, Lucio Moreno se dirigió a la mencionada finca sin encontrar rastro de la estatua.
La Glorieta sufrió una nueva remodelación, con la desaparición del Colegio y la creación del Museo López Torres que comenzó en 1981 y se inauguró en 1986.
Ya en 1993 se colocó una nueva escultura de piedra parecida a la anteriormente existente. Pero el pobre Lorenzete no descansaba de pasar sustos, puesto que en el año 1999 sufrió un nuevo ataque y despareció por segunda vez, aunque finalmente se pudo volver a encontrar metido en un contenedor de basura con leves daños en su escultura.
Reparada la escultura se volvió a instalar nuevamente en su pedestal habitual hasta que, posteriormente en el año 2012, sufrió un nuevo desperfecto que acabó con la obra y no fue hasta el año 2015 en que se realizó una nueva versión del pescador, realizada esta vez en barro y bronceado posterior del escultor Carlos Guerra, en el que aparece una figura más joven que en la anterior escultura.
Le deseamos salud material durante toda su vida con la pretensión que dure hasta el fallecimiento del mundo.