De qué vale, si es que de algo vale,
que traigas el aroma de la calle,
que inventes un nuevo suceso
o una noticia triste o macabra,
que traigas el café caliente
y falte calor en la almohada,
de qué vale que me cuentes
lo de afuera y eso que inventan
los ladrones, los proscritos,
los embaucadores, los banqueros,
incluso, los políticos de turno,
de qué vale, cuando adentro
revienta la cautela en esta sensación
de entereza que me abruma,
en cada tiempo donde la humanidad
sigue frecuentando las calles a deshoras,
con un largo deseo de reconquista.
De qué vale, si es que de algo vale,
que ande descalzo por la casa
y frecuente todas sus esquinas
para limpiar de polvo la nostalgia
y el frío se enquiste en la memoria.
Dime, que sientes en ese lugar
donde las razones se pierden
entre la codicia del sol y las mentiras.
