A veces creo que podríamos ceñirnos
al mero juego de la inmortalidad,
quizá valga crear un orden
aceptando el privilegio de llegar
a comprender la adversidad,
esa sensación lejana de nuestros cuerpos
teñidos de la horrible certeza de la ausencia.
Con el avance de los años se aprende
a negociar con la insolencia de una tarde gris
y el hábito de decidir si es justo juzgar esta indefensión
del alma, que se desborda hacia el límite de la creencia
y la vulgaridad del poderoso humo del cigarro.
Es justo delegar el esfuerzo de creerse inacabable
para que acudan los recuerdos a ultimar
el derribo de estas paredes,donde,
aún existen secretos marginales que guardan lo innombrable,
incluso que, el sueño sea un acto de indigencia
y tu boca venga a saciar la sequedad de mi lengua
y el fluir dichoso de la palabra, que hoy,
pregunta sobre ti, sobre la inmortalidad
y los juegos icansables de antaño.
A veces creo que podríamos ceñirnos
al mero juego de la inmortalidad.
@ Miguel Ángel Bernao