He pisado tus ruinas entre la niebla,
los cascotes, las dos altas chimeneas
que nunca terminan de derrumbarse...
La estación del ferrocarril vallada,
el colegio sin tejado, sin ventanas.
Las pocas calles sin tiendas, sin panaderías.
El buzón de correos de la pared perdido.
Las viviendas de los ferroviarios que eran iguales,
sin puertas, las habitaciones sin camas,
el hogar sin fuego, las cocinas sin cacharros.
No escucho las voces de aquellos niños
jugando en la puerta de sus viviendas
con sus balones, con sus canicas, con sus trompos
y se me encoge el estómago, me afloran las lágrimas...
Lo que fueron grandes bodegas vinateras,
ahora son nada, ya no llevan vino a los vagones.
Lo que fue su almacén cuna de mostos y trasiegos,
un pasillo lleno de telarañas, restos de tejado,
excrementos de palomas, vuelos y muchas tinajas.
Ya no guardaran ni crearan en su vientre seco
ese vino manchego como hicieron antes.
Una pareja joven con su cesta de mimbre
rebuscan setas entre otras tinajas tendidas en el suelo.
La iglesia, que fue de San juan Evangelista, desvencijada.
Huele a palomas, también a rezos, a pasado.
Quedan algunos ladrillos en el suelo y la piedra
de su esqueleto aguanta lo que puede,
sin que le llegue la gente vestida de domingos .
La fábrica de harinas está parada, parado su molino.
No pasa agua por el cauce de aquel rio Záncara,
tampoco un semiderruido almacén enorme
encierra trigo, ni hacen cola los carros llenos de costales
guardando su turno de descarga. No hay movimiento
en lo que fue fábrica de la Cubeta, mucho tiempo.
Aún veo algunas viejas escaleras de madera en el suelo
y otras de materiales que ya no llevan a ninguna parte.
Faltan las compuertas de hierro, nadie puede manejarlas,
falta el sonido de las ranas, los peces de río, los hombres,
el ruido de las emisoras de radio, la ropa secándose lavada,
los gatos- allí muy necesarios - , los perros, las bicicletas,
los sinfines transportadores, el polvo, la báscula...
Solo queda la tierra como testigo opaco y callado,
unas pintadas en paredes y entre el aire creo,
que siento como respiraciones invisibles de otros seres,
como si aún quedaran flotando los sueños de personas,
los deseos que nunca se cumplieron, y yo he rezado.
Jesús Lara Serrano