En la parte más oriental de Ciudad Real, a tan sólo 150 kilómetros de Madrid y 250 de Valencia, se encuentra Socuéllamos. Un pequeño municipio de poco más de 12.000 habitantes considerado un auténtico templo de vino y tradición. Mires adonde mires, si llegas hasta este punto de la llanura manchega, verás viñas. Un mar de ellas. Socuéllamos es un fuerte medieval lleno de historia, patrimonio y sabores tradicionales protegido por un mágico mar de viñedos.
Es el mayor viñedo de Europa. Aquí la naturaleza te envuelve con el piar de los pájaros y la calma. En ningún lugar el cielo tiene este azul. ¿Se le puede pedir más a una escapada de primavera? Grandes planes culturales, 15 bodegas de primer nivel para empaparse del mejor enoturismo y un entorno natural en el que perderse para conectarse con uno mismo. Si eres un slow lover acércate a Socuéllamos y déjate llevar por el ritmo manchego. Te contamos todo lo que tiene para ofrecer este fortín de encanto y tradiciones que lleva el vino en sus raíces y la mejor gastronomía a la mesa.
Una historia vinculada al vino desde la Edad Antigua
Dos ánforas encontradas en los yacimientos ibero-romanos El Bernardo y Torre de Vejezate demuestran que en tierras de Socuéllamos se cultivaba la vid ya por el siglo I aC. Los escritos, indican además que fue en el siglo XIII cuando los Maestres impulsaron el desarrollo de la actividad vitivinícola en estas tierras, concediendo casa y dos aranzadas para viña (casi una hectárea) a quienes se asentaran en ellas y eximiendo del pago de tributos a todo aquel que plantase vides. El vino fue entonces el camino y sigue siéndolo a día de hoy para esta localidad manchega en la que por cada vecino hay 4.000 campos de fútbol de viñedos. Un destino único para adentrarse en el mundo del vino a través de algún curso de cata o maridaje.
Enoturismo. Bodegas centenarias y de vanguardia, un mar de viñas y la Torre del Vino, como faro
Y es que el enoturismo se respira en cada rincón de Socuéllamos. Las 27.000 hectáreas de viñedo que la rodean así lo confirman. La superficie de dos Andorras produciendo algunos de los mejores vinos para el mundo. Por algo es conocida como la Patria del Vino.
15 bodegas de primer nivel trabajan esta tierra aparentemente hostil, pero fértil, que regala en primavera paisajes que invitan a entrar en contacto con lo auténtico. Bodegas algunas vanguardistas, otras centenarias, que cultivan vinos reconocidos internacionalmente con procesos que van desde lo ecológico a lo más innovador. Bodegas que abren sus puertas al viajero para que conozca esta cultura milenaria de primera mano y participe de ella, ya sea a través de visitas guiadas, catas de vino o experiencias de lo más inmersivas en plena vendimia.
Vivir el enoturismo en Socuéllamos es conocer el vino y participar de su elaboración. Es saberse parte de un mar de viñas del que salen los sabores que dan carácter al brandy de Jerez y entender que aquí se produce el mayor volumen de mosto concentrado de Europa. Ése que luego se utiliza para enriquecer famosas bebidas refrescantes. Porque de estos viñedos sale vino y mucho más.
El Museo Torre del Vino de Socuéllamos te ayuda a entender la dimensión. Este espacio dedicado al vino, es uno de los mejores de su género en toda España: novedoso, innovador, sensorial y vibrante mantiene todo el año una ambiciosa agenda de actividades que lo convierten en el lugar perfecto para iniciarse o profundizar en el apasionante mundo del vino.
Ubicado en una antigua estación de ferrocarril, hace que acercarse hasta aquí sea ya toda una experiencia. Los 40 metros de altura de su torre mirador, de once plantas, ofrecen además al visitante una panorámica única de la llanura manchega. La torre vigía de las tropas de viñedos que protegen al municipio y que son testigo de los mejores atardeceres.
Fiestas populares: un viaje a las tradiciones en el que degustar la mejor gastronomía
Pero la slowlife que se cierne sobre el wineworld no debe confundirse con el aburrimiento. Este rincón de la llanura manchega en el que las tardes de sol se mantienen frescas al abrigo de los patios de las casas solariegas es un hervidero de planes para los amantes de lo auténtico que encuentran en la gastronomía, los museos y la Historia, la inspiración que necesitan.
Quizá por eso hacer coincidir una escapada a Socuéllamos con una de sus fiestas tradicionales es, sin duda, un acierto. Ahora en mayo son dos las que mantienen despierto el orgullo local: las Cruces de Mayo, que se celebran desde hace siglos, y la Romería de San Isidro. Si bien, hay otra gran cita en el calendario de festejos socuellamino que se merece una escapada: la Feria de Todos Los Santos, recién declarada Fiesta de Interés Turístico Regional. Todas huelen a vino y a guisos manchegos.
Las Cruces llenan de arte y tradición las calles durante todo el mes. Vivir la magia de la noche del 30 de abril junto a los mayeros es ser testigo de una costumbre que se resiste a desaparecer. Las cruces siguen siendo decoradas por los vecinos con encajes, tomillo, flores, romero e imaginería, ensalzando así la figura de la Cruz. Un viaje a lo auténtico a través de la artesanía y la devoción. Recorrer las casas, puerta a puerta, para admirar tamaño trabajo y dedicación, cantar los mayos y tomar la ‘convidá’, a base de dulces tradicionales, zurra y vino, es formar parte de una Historia que se cree canta fragmentos literarios de un Auto Sacramental de la Edad Media.
La Romería de San Isidro Labrador es la viva celebración de la esencia socuellamina: el campo, la humildad y el trabajo duro. Jóvenes y no tan jóvenes acampan en torno al 15 de mayo, día de la festividad, en el paraje de Titos, junto al río Záncara, para rendir homenaje a esos hombres y mujeres del campo que caminaban hasta este lugar a 5,5 kilómetros de Socuéllamos para bañar y dar de beber a sus animales. Hoy vecinos y turistas se reúnen aquí para disfrutar de la música y el baile y degustar productos típicos como las gachas, las migas, el gazpacho, el pisto e incluso alguna caldereta de cordero regada con los mejores vinos de Socuéllamos.
La Feria de Todos Los Santos de Socuéllamos es única en toda la comarca. La única que ha sobrevivido al paso del tiempo y mantiene el bullicio y el encanto de esas ferias que antaño se celebraban en toda la región entre la vendimia y la llegada del frío. Coincidiendo con las celebraciones dedicadas a los difuntos y otros eventos de relevancia en la localidad, como la Muestra Nacional de Teatro Villa de Socuéllamos, esta feria popular sigue reuniendo cada año a principios de noviembre a artesanos de la región que se acercan a vender sus piezas y productos; enseres que en su día no había manera de conseguir de otra manera y los vecinos aprovechaban para comprar, con dinero o trueque, y así asegurarse de poder hacer frente al duro invierno. Hoy es una oportunidad para vivir esta tradición tan arraigada en el municipio manchego y hacerse con las mejores piezas de artesanía y cerámica manchega, así como con productod de calidad de la gastronomía local.