Virgen de las Viñas Tomelloso
Cuadernos Manchegos
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Matilde llevaba unos días preocupada porque últimamente su marido, Martino, llegaba muy tarde todos los días del trabajo, cuando siempre había regresado con más o menos puntualidad y que Martino le contestaba siempre con lo mismo:

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- Matilde, es que tenemos mucho trabajo en el taller.

- Pero, ¡tanto trabajo tienes que llegas siempre tarde!

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- Que sí, cariño, que nos has salido una faena que no podemos dejar y ahora que está tu hijo ya casado, parece que pasa menos tiempo con su mujer que cuando eran pareja y hemos decidido por un tiempo terminar la faena.

Matilde, ya preocupada de verdad, llamó a su hijo preguntándole si es que de verdad era tanto el trabajo que tenían.

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- Sí, mamá, hay mucho trabajo y papá siempre se queda un poco más del horario, porque yo ya tengo que atender a tu nieto, porque Sonia también está muy atareada.

Matilde colmada de paciencia había dejado pasar el tiempo, pero la situación se fue agrandando con los días siguientes y las discusiones con Martino eran constantes, porque incluso algunos domingos se iba a trabajar.

Llegó un día en que las discusiones eran más frecuentes y terminaban enfadados, aunque siempre Martino solía suavizar la disputa intentando aliviar el carácter de su mujer, aunque sin conseguirlo, de tal forma que Matilde llegó a tener ya problemas , hasta que un día que tenía que ir al médico tuvo que llevarla una amiga, porque Marino no pudo acompañarla por estar muy ocupado.

La llegada de Martino a su casa esa noche fue apoteósica.

- Pero, pedazo de madero, ¿tú sabes la que te estas buscando? La casa abandonada, la mujer abandonada, la cama abandonada, la comida abandonada y ya verás tú al final te vas a quedar hasta sin mujer. Que te enteres,  como sigas así vas a tener que hacer un traslado obligatorio con tu padre que en paz descanse, porque conmigo no vas a contar para nada ¿te enteras? Pues ya lo sabes.

- Hombre, Marina, tampoco es para que te pongas así, si estoy trabajando y….

- Sí, sí, ¿qué estás trabajando? no sé en qué, tendría que verlo, de aquí en adelante vas a llevar horario de colegio, te llevaré a la entrada del taller y te voy a buscar a la salida y de tarea, como los niños, por muy cansado que vengas del trabajo te vas a poner a fregar, a barrer, a batirme los huevos para la tortilla y a limpiarte los calzoncillos a mano que los tienes siempre llenos de zurraspas… ¿te enteras?

- Pero, ¡déjame acabar, mujer! Mira, te prometo que en esta semana acabo de terminar mi trabajo y volveré a ser el marido de siempre, al que tú siempre has querido con locura y….

- ¡Eso, eso!, locura mía que fue el juntarme contigo, pelindrusco. Me has salido, rabisalsero, no paras en casa, a tu mujer-que no se te olvide soy yo-, no le cuentas nada, seguro que con los amigos lo charlas todo, ¿verdad?...

- Que no mujer que no, que siempre sacas las cosas de quicio, pero tú no te das cuenta que no hago otra cosa que trabajar…

- Pero si pareces tonto, te lo estoy diciendo, que no haces nada más que trabajar, pero aquí en casa no veo que la cuenta corriente vaya haciéndose mayor de edad…

- Pero…. mujer que ya sabes que hemos arreglado la cocina con nevera, frigorífico y lavadora nuevos, ¿te parece poco?...

- Pues claro que me parece poco, me falta vida, me falta cariño, me falta conversación y ahora más que nuestro hijo se ha casado y nuestra hija está fuera, no encuentro conversación con un marido sordo y mudo como te comportas últimamente, …¿a ti te parece bonito todo esto?

- Que sí mujer, que te entiendo, pero no te lleves las cosas a lo tremendo, que no es para tanto, ¡digo, yo!

- Pues si seguimos así va a ser para algo, porque tienes que comprender que mi paciencia llega hasta un término y el tiempo se te está acabando….

- Que no, mujer, que no, que te equivocas , que tu marido-te recuerdo que soy yo-, no ha hecho nada malo, ni nada tan grave como tú lo ves y ahora el que se enfada soy yo, porque no merezco que pienses que te estoy dejando de lado…

- Bueno, bueno, muchas palabras, pero no me convences, los hombres soy todos iguales, mucho, mucho palabrerío, pero poca consistencia, sois unos mendrugos.

- Buena vale, ¡ya está bien! Cálmate que te ve a dar algo, que no hay que exagerar, mujer.

- Pues no lo vuelvas a hacer, que no resisto más.

Dos días después, Matilde ya no aguantaba más, porque su marido seguía llegando tarde,  comenzó a dudar de que Martino no le estuviera diciendo la verdad y, sin más tardar y, ya llena de nervios, enfadada y desmadrada de mente, se fue directamente andando al taller de su marido a las 10 de la noche, se vistió y se lanzó a la calle.

Por el camino iba prácticamente llorando y recordando los hermosos años que había tenido en su matrimonio y las experiencias con Martino y las fechas inolvidables con sus hijos, incluso echó a llorar al recordar que hacía unos tres meses que la había prometido un extraordinario viaje juntos a Viena que para Matilde había sido su ilusión desde pequeña.

Por fin llegó al taller de su marido y se dirigió a la ventana comprobando que, efectivamente, su marido se encontraba trabajando en un mueble enorme más grande que él.

Enfurecida empujó la puerta del taller que estaba entreabierta y, lanzada, se dirigió a Martino, que quedó extrañado de la presencia de su mujer.

- Pero...¿qué haces aquí, Matilde?

- Pues, nada, que ya estoy harta de tu trabajo y de aguantarte y que he decidido que nos vamos a separar y que tú vivas con tu trabajo y me dejes ya tranquila.

- Pues mira, Matilde, después de muchos años acabo de conocerte en profundidad, porque si quieres que te cuente la verdad , espero que vuelvas a ser la de siempre.

 - Este trabajo que me ha llevado quince días, lo seleccioné a propósito porque la persona que me lo encargó me prometió que pidiera por el trabajo lo que quisiera y … ¿a que no se te ocurre pensar qué es lo que le pedí?

En ese momento Matilde comenzó a sentir una sensación especial y extraña, porque la forma de hablar de Martino era de verdadero sentimiento y comenzó a temer que algo que no esperaba iba a ocurrir.

- Pues, tú dirás-no se le ocurrió otra cosa

- Pues a cambio de este trabajo tengo ya en cartera un viaje de quince días para dos personas a un lugar maravilloso, que espero sepas acertar.

Matilde sintió un ligero respigo en su cuerpo, pues estaba clara la palabra que iba a decir su marido como destino del viaje, pero, no sabía qué decir.

- Pues, tú dirás-volvió a repetir, ya muy nerviosa.

- Pues nada menos que a Viena.

Matilde reaccionó y no sabía que hacer, o mejor, qué decir, así que no se le ocurrió otra cosa que reaccionar como una niña pequeña como si le hubiera dado una pataleta:

- Pues si no te importa nos vamos de viaje y cuando volvamos hablaremos del divorcio, refunfuñando con expresión de niña cabreada.

CONCLUSIÓN

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