La localidad de Villaverde y Pasaconsol corresponde a la provincia de Cuenca; se encuentra en la cola del embalse de Alarcón y su curioso nombre se basa en una historia por la que se conoce como la “Ninfa del Júcar”, por la existencia de un enorme edificio palaciego que se encontraba en las proximidades de la inicial Villaverde.
El edifico de tanta importancia era propiedad de un noble que había ganado sus riquezas por su participación en numerosos batallas. Este noble tenía un único hijo de nombre Edelmiro que conservaba las mismas características que su padre y además era una persona muy romántica y también bastante soñador y solía pasar el tiempo sentado a la orilla del río pensativo.
El padre fue haciéndose ya muy anciano y su hijo permanecía soltero por lo que comenzó a pensar que sería conveniente buscar una estabilidad a su señorío y decidió que lo mejor era que su hijo se casara y formara una familia que asegurara el futuro de sus propiedades.
El hijo en principio no estaba muy dispuesto a contraer matrimonio, ya que disfrutaba de sus libertades sin tener excesivas obligaciones, pero su padre le volvió a insistir y le propuso que se casara con la hija del Corregidor de Cuenca, una bella muchacha que Edelmiro ya conocía y se llamaba Isabel.
Finalmente se acordó el matrimonio con gran celebración en el palacio que fue arreglado y engalanado para la feliz estancia de los recién casados.
Pasado un tiempo, un día Edelmiro le dijo a su padre que tenía que salir y que volvería un poco más tarde, ya que tenía que acercarse al pueblo. El padre le advirtió que no llegara muy tarde porque como tenía que cruzar el río no era conveniente que lo hiciera de noche porque era peligroso.
Ya terminadas sus ocupaciones el joven se dispuso a regresar y cuando ya estaba dispuesto a montarse en la balsa, de repente comenzó a oír unos compases de música que eran intermitentes y que pensó que serían como consecuencia del aire que movía los árboles y matorrales.
Se montó en la barca y ya se iba acercando a la orilla, cuando oyó una voz de mujer cercana, por lo que se bajó a tierra y se quedó observando, al tiempo que se le representó la imagen de su querida Isabel. En el instante se oyó una voz de mujer que le preguntaba dónde iba. Sorprendido, se levantó y se dispuso a buscar por los alrededores para encontrar a la persona de la voz, sin encontrar a nadie, por lo que ya supuso que estaba sufriendo alucinaciones.
Pero la voz de la mujer continuaba diciéndole que se fuera con él y la voz unas veces procedía del agua, otras veces de los matorrales y en unas ocasionas se oía más próxima y otras más lejana. Edelmiro hablaba a la muchacha pidiéndola que le dejara tranquilo y no le atosigara y que se hiciera presente y fue cuando observó entre los juncos a una hermosa muchacha de tez blanca, ojos negros y cabellos rubios.
El muchacho quedó totalmente pasmado de la aparición y se fascinó con la muchacha, por lo que se fue acercando entusiasmado por las dulces palabras de la joven, y, mientras, Edelmiro preguntaba de dónde llegaba la música, a lo que la mujer le contestaba que eran unas ondinas que tocaban en un palacio de cristal que se encontraba en el río.
Había anochecido y, gracias al relincho de su caballo, Edelmiro salió de su ensoñación y, recuperado, recordó el consejo de su padre <<pasa con sol…pasa con sol>> y ya le dijo a la aparecida que tenía que irse, a lo que la mujer le decía que le acompañara a su palacio, pero el joven se rio diciendo que eso de las ondinas era una invención de los soñadores y que no era buena idea vivir sumergido en un palacio. La insistencia de la joven fue tal que le ofreció a Edelmiro todas sus riquezas y su amor y Edelmiro le indicó que se viniera con ella a su palacio, a lo que la mujer aceptó.
Se montaron en la barca y cuando estaban a mitad del río la mujer se puso de pie y comenzó a bailar, moviendo la barca de un lado a otro, mientras que Edelmiro no lograba quitarse de la cabeza las palabras de su padre <<pasa con sol…pasa con sol>>. Al poco en el rio se produjo un inmenso oleaje con lo que la balsa volcó y se hundió en la profundidad de las aguas del río.
Ante la ausencia de su hijo su padre inició la búsqueda dirigiéndose al río y allí fue donde se encontraron a Edelmiro muerto junto a un tronco seco a la orilla del río, por lo que finalmente el noble se quedó sin descendencia y al cabo del tiempo el palacio se fue abandonando, quedando derruido y desde aquel momento el pueblo quedó con el nombre de “Pasaconsol” añadido al de Villaverde.