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Cosas de la vida (IX): Por el camino de ella misma
Ángel Bernao | Ciudad Real | Sociedad | 18-12-2024

Cosas de la vida (IX): Por el camino de ella misma

Antonio me contó una anécdota, si así puede llamarse, que le ocurrió un día cuando fueron al campo encargados de marcar un camino forestal para el acceso a una repoblación que se iba a realizar en un pequeño monte.

- Pues mira, te cuento, porque es inolvidable.

- Cuenta, cuenta-dije yo animándome.

Teníamos que marcar un camino para poder dar acceso en caso de que la maquinaria pudiera acceder a la forestación que se iba a realizar. Caminábamos en compañía del técnico de la delegación, del alcalde de la localidad, un ayudante que iba colocando las tablillas de la alineación y yo, que iba con el plano marcando el terreno en el mapa.

La zona elegida se encontraba plantada de pinos y algunas parcelas tenían algún almendro plantado en pequeñas parcelas aisladas de las plantaciones de árboles.

Así, al llegar a un altozano, nos encontramos en una línea del futuro camino a un agricultor con la azada en la mano apoyado sobre un almendro no muy alto, pero ya de cuatro o cinco años con sus protectores correspondientes.

La línea pasaba directamente por la linde del camino marcado y que coincidía justamente con la marca que delimitaba la zona donde debía dejarse el espacio del camino en su anchura.

Al llegar a la altura del grupo, el técnico le indicó que el camino tenía que pasar precisamente en la línea ocupada por donde se encontraban plantados los tres jóvenes almendros, porque los había plantado dentro del terreno oficial que marcaba el plano que yo le indiqué al técnico.

En ese momento el agricultor, que era fuerte y bien alimentado, se nos puso enfrente y dijo: ¡Por aquí no va a pasar el camino!

- Venga Anselmo, no seas pesado, el camino tiene que pasar porque está marcado y es que no debiste plantar esos tres árboles y lo sabías- le dijo el alcalde.

- ¡Por aquí no va a pasar el camino! - poniéndose más flamenco todavía.

El alcalde nos dijo que no separáramos y, adelantándose hacia Anselmo y dando un pequeño salto, de improviso le quitó la azada de las manos y le pegó dos sopapos, uno en cada cara, diciéndole: ¡Aquí mando yo, soy el alcalde, así que a callar!

Anselmo se le puso nervioso todo el cuerpo y no sabía qué hacer, pero se sosegó mirándole al alcalde con cierta aversión.

El alcalde se dirigió de nuevo a Anselmo con suave voz y le dijo: -Bueno Anselmo, ya que hemos llegado a un acuerdo, te prometo que el Ayuntamiento te va a regalar seis almendros para que los vuelvas a plantar al otro lado del camino y aquí paz y después gloria.

Y continuamos con las mediciones.

ACLARACIONES

… Estamos hablando de fechas anteriores del año 1975.

… En segundo lugar que Anselmo, el agricultor, era enorme de cuerpo, de 1,85 metros de altura y,  a simple vista, con unos músculos destacados y sobresalientes.

Mientras, el señor alcalde, era un hombre rechoncho, bajito y delgado de músculo, con gafas y cara restringida.

… En tercer lugar, el alcalde llevaba razón, porque nos enteramos que ya le había avisado a Anselmo que no los plantara en ese lugar.

... En cuarto lugar, a que esto ocurrió en una pequeña localidad de 800 habitantes.

... En quinto lugar, que el alcalde llevaba como tal más de doce años en el puesto.

¡Qué!  ¿Lo tenéis claro?

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