Después de 38 años de dedicación, Fernando Ruiz de Osma Delatas se despide de las aulas del IES Eladio Cabañero, dejando tras de sí una huella profunda en generaciones de estudiantes y en la comunidad educativa. Su legado va más allá de la enseñanza de las lenguas clásicas, pues quienes tuvieron el privilegio de ser sus alumnos no solo aprendieron declinaciones y verbos irregulares, sino también el valor del pensamiento crítico, la curiosidad intelectual y la pasión por el saber.
Desde su llegada al centro, Fernando se convirtió en una figura referente. Su voz clara y pausada, siempre cargada de sabiduría, hizo que las palabras de Homero, Sófocles, Virgilio y Cicerón resonaran en las aulas como si fuesen contemporáneas. "El Latín y el Griego no están muertos", repetía con convicción. "Siguen vivos en nuestras palabras, en nuestras ideas y en la forma en que entendemos el mundo".
Con su característico estilo cercano, Fernando supo convertir lo que para muchos parecía una asignatura árida en una experiencia transformadora. Gracias a su metodología didáctica, sus clases fueron siempre más que una lección gramatical: eran una puerta de entrada a la comprensión de la cultura occidental, un viaje en el tiempo que conectaba el pasado con el presente.
Compañeros y alumnos coinciden en destacar su humildad, su paciencia infinita y su amor por la enseñanza. "Fernando no solo era un profesor; era un maestro de vida", señala una de sus antiguas alumnas, hoy docente de Lengua y Literatura. "Te enseñaba a pensar por ti mismo, a no aceptar las cosas sin cuestionarlas. Gracias a él descubrí mi vocación por la enseñanza".
Pero no solo sus alumnos lo recordarán. Sus colegas del claustro subrayan su compromiso inquebrantable con el centro, su disposición para colaborar en proyectos interdisciplinarios y su afán por impulsar actividades culturales. Sus famosos "días clásicos", en los que estudiantes y profesores se vestían como griegos y romanos, se convirtieron en una tradición esperada cada curso escolar.
Con su jubilación, el IES Eladio Cabañero pierde a un profesor, pero gana un ejemplo. Su partida deja un vacío difícil de llenar, pero también un recuerdo imborrable. Su vocación, su entrega y su amor por las humanidades seguirán presentes en la memoria de todos los que pasaron por sus clases.
Fernando Ruiz de Osma Delatas se despide de las aulas, pero su voz seguirá resonando en cada cita de Horacio, en cada palabra de amor por la cultura clásica y, sobre todo, en el corazón de quienes compartieron con él el amor por el saber. "Carpe diem", nos decía siempre. Y, con su ejemplo, nos enseñó a hacerlo.
Desde el centro le han querido enviar un mensaje: "Solo nos queda decir: gracias, maestro. Gracias por todo".