La leyenda cuenta que en el monte se encontraba un día un cabrero que, ya atardecido, llevaba las cabras a su redil, pero al hacer un recuento se apercibió que le faltaban algunas, por lo que quedó muy sorprendido y decidió salir de nuevo para buscar a las cabras que le faltaban una vez que había guardado las que llegaron después de haber pastado.
Comenzó a subir por el enmarañado monte a partir del río, rodeado de espesos grupos de árboles de avellano, y sorteando numerosas matas y matorrales, acompañado del cantar y de los ruidos de las distintas aves. Procedió poco después a descender por el monte cuando ya empezaba a anochecer y las aves nocturnas comenzaban a moverse y a emitir sus ruidos en busca de alguna presa. La situación era muy enmarañada y la noche se aproximaba rápidamente llegando casi a anochecer. Cuando, de repente, se encontró con una cavidad en su camino y, sin asustarse, procedió a entrar en lo que parecía una cueva aprovechando que la luz de la luna iluminaba la entrada con cierta claridad. Fue entrando en la cueva y lo primero que encontró y pudo ver es que la cueva estaba iluminada por un candil de aceite y en el interior un altar donde se alzaba la imagen de una virgen- que actualmente se conoce como la Virgen de Ribagorda- y para más sorpresa en un lado un camastro donde se encontraba tumbado el cadáver de un anciano y, además, junto a su cuerpo ,se podía apreciar un pergamino que decía: 'Yo, Ruy-Gómez, antiguo guerrero y primer ermitaño de esta cueva, habiendo despreciado mi nobleza de origen y los lauros conquistados por mi espada por amor a la Virgen María, oculté esta imagen a la furia de los infieles, construí este rústico santuario en su honor. Y aquí muero, tras de haber dedicado gran parte de mi vida a defender la Religión cristiana, a rezar por Nuestra Señora, ya que tan cruelmente la ofendieron las mesnadas agarenas. Que Ella se apiade de mí".
El cabrero emprendió una carrera hacia el pueblo llegando prácticamente descompuesto y malherido, porque en su precipitación tuvo roces y golpes de las ramas y árboles en su alocada intención de comunicarlo en cuanto antes pudiera a los habitantes de Peralejos del descubrimiento que encontró en el monte.
Cuando contó lo que había visto a los vecinos del pueblo, a la mañana siguiente un grupo de peralejanos se reunieron y, acompañados por el cabrero, se dispusieron a llegar hasta la cueva y comprobaron lo que contó el cabrero, y lo primero que hicieron fue proceder a realizar el enterramiento del anciano y recogieron la imagen de la Virgen y se prepararon para bajar la Virgen hasta el pueblo, pero la sorpresa surgió cuando llegando prácticamente al nacimiento del arroyo de Ribagorda, los pies de los que llevaban a la virgen se negaron a avanzar más, por lo que interpretaron que la Virgen quería quedarse allí, en lo que hoy es el Santuario de la Virgen de Ribagorda y a la cueva se la conoce como la Cueva de Ruy-Gómez.