Se acerca la Carta Magna al medio siglo de historia y nos llega la conmemoración enfangados en un ataque continuo a la convivencia y el valor de las instituciones. No exagero. Hace unos pocos días teníamos que aguantar a un antiguo mandatario del PP haciendo del Senado un circo donde defender que la Santísima Trinidad vuelva ser la norma, que se acabó lo de ser laicos y el aborto, ¡que el creacionismo está ganando puntos! La contrarreforma ultraconservadora gana puntos con pruebas tan claras como ésta, cuando un partido que se llama de Estado monta un sainete así en una de las dos cámaras de representación para propugnar el renio de Dios en la Tierra y atacar sin pudor las libertades de la mitad del mundo, es decir las mujeres. Al día siguiente el mismo partido se rompe la camisa en defensa de la Constitución. Asombroso.
Asombra que, en esta moda de resucitar viejos mantras reaccionarios, se extienda también la moda de poner a caldo a las personas en política, así, en plural. Hace menos de un mes hasta algunos gobernantes de profesión políticos despreciaban su dedicación a la hora de remediar los destrozos del desastre ambiental en Valencia y otras partes del país. Desprecian a la vez la Constitución, las leyes, la representación, las instituciones que nos dimos para el gobierno de las cosas, la garantía de derechos esenciales, el diálogo social. Atacan sin piedad la norma básica del Estado, y difunden la ocurrencia de que al pueblo le salvará el pueblo. Con amigos así, quién quiere más enemigos para la Constitución.
Personalmente echo en falta una respuesta unánime y más contundente en defensa de la democracia. Que hagamos ver que no es el sistema democrático el que falla. Fallan, y han fallado estos 46 años, los malos políticos y las malas ideas. Como abandonar lo público, como hacer campaña por las rebajas de impuestos (a los más ricos), como fiar el futuro al modelo neoliberal y dejar a la economía dirigir el trabajo, el medio ambiente o las migraciones. Pero este fallo problema no es nuevo, ni es irremediable: La Constitución dice cómo nos gobernamos y representamos (por cierto, que la mayoría del Parlamento forme Gobierno también les estorba, aunque esté en la Constitución), y la misma Constitución nos faculta para poner y quitar gobernantes.
Convivencia, pluralismo político y una sociedad justa y más igualitaria. Lo reclamábamos hace un año en esta misma conmemoración y lo reclamamos un año después en los que vivimos más ataques y más virulentos a esta norma política. Hoy, y cada día, hay que pensar en cómo mejorarla (se me ocurre blindar el derecho a la vivienda), pero también cómo las personas demócratas, organizadas, podemos defender la Constitución de esta contrarreforma en marcha. Es hora de tomárselo en serio.
Paco de la Rosa. Secretario general de Comisiones Obreras Castilla-La Mancha