Se ha marchado noviembre con sus vientos y lluvias barriendo playas y esos cayucos que dicen las noticias de España que están llegando por cientos y miles hasta las islas Canarias. Al amanecer veo llegar el día envuelto en azules y rosas de color salmón anaranjado mecidos los árboles por una suave brisa fría que anuncia el próximo invierno.
Me arrebujo en mi suave bata puesta sobre mi pijama y aspiro el aire primero de la madrugada. Sola y en silencio, sintiéndome bañada por la aurora incipiente, imagino como debe ser un amanecer en esas guerras que nos cuentan, según quien, lo escabroso y cruel de los conflictos. El mar mece su espuma dejando en la playa la señal de unas ruedas hundidas en la arena. Desde el cercano pueblo de Alboraya han llegado algunos visitantes a ver el cielo bañarse en las aguas. Lejos se ven sombras de barcos como detenidos en el tiempo frente al puerto, que apenas si se ven unas líneas esbozadas en la distancia.
El mar canta con radiofónico sonido e imagino que deben ser lamentos de todos aquellos que se durmieron para no despertar en el Mediterráneo tan viejo y cansado de asumir tantas catástrofes e ignominias. África se traslada a estas costas y después sus jóvenes aparecen por los pueblos de España diseminados y vagabundeando por plazas y calles donde casi nadie los mira por miedo a los desconocidos. Pasan y pasan hablando con sus móviles a otros que están muy lejos de la vieja Europa adonde llegan con sueños que no siempre se cumplen.
Dice, y dicen en voz baja, que los traen las bandas mafiosas y después en suelo español, les compran un billete para cualquier autobús que recorre carreteas y autovías. Eso dicen. No encuentran trabajo fácilmente pues sin papeles el pequeño y arruinado empresario, cosido a impuestos incesantes, no puede contratarlos, porque a los que lo han hecho le han multado hasta tambalearse su economía. Es una realidad de la que los implicados en el gobierno español se lava las manos igual al gobernador Pilato. Nuestro aparato legal carece en muchos casos de lógica.
Y ahora el personal se divide entre los defensores de israelitas y palestinos olvidando quien empezó ese eslabón de borrachera y crueldad de sangre y muerte. Las guerras se mueven por avaricia, nacen para apoderarse de tierras y pueblos esclavizando a sus habitantes. Cuando no se viven se perciben lejanas y equivocadamente pensamos que no nos llegarán. Así nos quedamos con imágenes visualizadas desde el móvil, además de recibir la manipulación de las noticias de cadenas de radio y televisión que no siempre son imparciales.
Los europeos dormitamos en nuestra propia modorra confiados en ser poderosos, como ayer lo fuimos, pero hoy eso es harina de otro costal. Los lugares y sus dispositivos ante las fuerzas que actúan dirigidas a un fin, como es empezar una contienda, no ignoran las consecuencias posteriores derivadas de esa acción. Por lo que el desarrollo de esa maniobra desencadenará, no solo conflictos, también muerte y destrucción cruel e innecesaria. Y en ese panorama geopolítico, tan desconocido de poder analizar para el ciudadano de a pie, nos encontramos inmersos ahora. La invasión de Ucrania e Israel ha desencadenado la contienda que nos preocupa y divide. En el diccionario de la lengua española se lee que invasión es entrar por la fuerza u ocupar irregularmente un lugar…
Noviembre nos ha dejado un rastro de inmisericordia mundial; tan desmedido y desmesurado que me siento impotente ante tantísima tragedia de personas de toda edad y condición. Y no es bastante compadecer ya que es insuficiente ante la adversidad constante.
A esta espiral seguimos sumando victimas de mujeres maltratadas, violadas… Violadas en las invasiones, en lugares protegidos gubernamentalmente, en círculos de amistad y familia porque se olvida con demasiada frecuencia que violar es atacar con lujuria impúdica y obscenidad a un ser humano: mujeres, y también a niños y niñas carnalmente. Mujeres trágicamente asesinadas. Víctimas inocentes de aquí y de allá; victimas de cualquier lugar de nuestra globalización.
Hemos dicho adiós a noviembre y diciembre ha llegado con sus canticos navideños cargadito de regalos, pienso que el único regalo universal que deberíamos pedir es la paz en nuestro mundo: paz y amor, ese es el verdadero mensaje del mes que ha empezado.
Natividad Cepeda