Parece verosímil que, en el acuciante afán del ser humano, desde hace unos diez mil años, por conseguir “el pan de cada día”, lo primero que elaboró fue “espesas sopas”, moliendo trigo, centeno, cebada… Restos prehistóricos, (protohistóricos también) ponen de manifiesto, que los cereales eran triturados en los inicios del periodo Neolítico, en piedras oblongas, abarquilladas y ligeramente cóncavas, donde se colocaba el grano triturándolo con otro utensilio lítico en forma de “muela”. La harina resultante era tremendamente abrasiva para la dentadura y encías. En asentamientos centroeuropeos del Neolítico, los arqueólogos han exhumado restos de pan con trigo, vainas, mijo, cebada y avena. Plinio contó que el cedazo o tamiz, para apartar el salvado de la harina, fue ideado por los egipcios. Cuentan leyendas babilónicas que el mítico pescador Oanes o Ea, enseñó a las gentes a construir poblados con adobes de barro y a sembrar y conservar frutos y semillas. Según Diodoro Sículo, otra leyenda contaba que el rey-dios egipcio Osiris, fue el inventor de la agricultura y “el primero que recolectó frutos de los árboles…”. “…Y viendo Jacob que en Egipto había alimentos, dijo a sus hijos: ¿porqué os estáis mirando…? (S. E.). Varios investigadores, se decantan por que fueron los chinos los primeros en hacer pan. Un proverbio chino dice: “donde se cuece arroz no se cuece pan…”. Ya en el año 300 a. d. C., machacaban trigo, cebada y centeno. Un siglo antes, a los operarios de la Gran Muralla, se les repartía siete “lecf” de pan al día, unos ochocientos gramos. Tres milenios antes de nuestra era, cree que los egipcios elaboraban pan. Hay referencias a que las primeras tortas y hogazas (parecidas a las de bellotas molturadas de los iberos y “tortas de pastor de tierras manchegas) de cebada, trigo y centeno, cocidas en recipientes de barro, envueltas en el rescoldo o brasa del fuego y sobre lajas de piedras calentadas, fue un descubrimiento de pueblos asirios. Desde tiempos inmemoriales, el trigo “escanda” (Triticum dicoccum) y la cebada eran cultivados por los judíos.
Consta en las Sagradas Escrituras que, caminando hacia la tierra prometida, al recibir la visita de tres ángeles, Abraham dijo a su esposa Sara: “… ve pronto, amasa tres sacos de flor de harina, y haz panes cocidos bajo el rescoldo…”. El centeno, procedente de un agrotipo de Asia, se empezó a cultivar en Europa en el 700 a. d. C. El pan de centeno, denominado “grano de la miseria” por indigesto, lo consumían las gentes más pobres… La arveja, (se cultivó en la Edad de los Metales en el Alto Guadiana) en Egipto era símbolo de la delicadeza y signo mariano en el cristianismo del Medievo. En la Grecia clásica, el trigo simbolizaba el fruto del cuerpo humano y en Egipto símbolo de Osiris. En la Edad Media, el grano de trigo era tenido como alegoría de Cristo resucitado.
Todo apunta a que la levadura fue un descubrimiento del pueblo judío; elaborando un pan más apetecible y digestivo, pero considerado impuro… Aunque también pudo deberse a un “código evolutivo” o paradoja del destino de culturas egipcia, asiria, judía… El Antiguo Testamento referencia dos tipos de pan, teniéndose por sagrado el ázimo sin levadura. Moisés en sus leyes, imponía: “guarda la fiesta de los ázimos, comiendo ázimo siete días, como os es mandado…”. Aquella especie de “pastel”, había que trocearlo con las manos y nunca con cuchillo; aunque comer pan fermentado, ya era frecuente en tiempos de Lot. La levadura para el judaísmo era signo de descomposición de los espíritus, volviéndolos impuros, por ello, las ofrendas hechas a las divinidades eran con pan ázimo.
En tiempos no tan lejanos, la levadura conocida como Zime, Zymona o Fermentum, se preparaba con mosto, mijo, salvado y en el momento de ser utilizada, se le añadían porciones de trigo SPELTA. En otros casos se apartaban “raciones” de harina amasada sin sal, hasta que se agriaba. “Saccharomices cereviseae”, es una levadura perteneciente a la familia de los hongos, utilizada en panadería.
El pan, a través del tiempo, ha sido símbolo de alimento espiritual… En el Antiguo Testamento, aparecen los doce panes de la Proposición, equivalente al pan de la vida… En mi adolescencia, cuando un trozo de pan caía al suelo, había que besarlo tres veces antes de ingerirlo. Si panadero es un vocablo procedente del latín “panis”, cereal es alusivo a la diosa romana Ceres; de cuya benevolencia dependían las cosechas de trigo y cebada, llamadas Cerealia. Proserpina, hija de Ceres, según la cultura romana, en abril, del 12 al 18, volvía a la Tierra. Y las sacerdotisas, ataviadas de blanco impoluto, en estremecedores ceremonias, hacían ofrendas, en los templos, de tortas de trigo, cebada y miel.
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En aquella vida de martirio, en tiempos de mi niñez, se tostaba el pan de centeno mientras se alimentaba la lumbre con leña “substraída” de cerros sosegados, que no siempre daban paz, sin descomponerse la fe “oscura”, espiritualizando hasta los más obscuros sentimientos, pero sin aceptar ciertos credos de algunos “marranos”… Y lo besábamos tres veces cuando se nos caía al suelo… Lo besaba Lope de Vega: “ya lo como o mejor, lo beso, porque es tan bendito el pan, que alma y cuerpo comerán de la dulzura del beso”. Cómo olvidar aquella “astronomía” social, con tantos corazones torturados e inocentes sueños infantiles… Cuando en un día se vivía la eternidad y se suplicaba, mirando a las estrellas al despuntar el día: ¡El pan nuestro de cada día dánosle hoy, Señor! Si aquellos ancestros nuestros (también de otras épocas), “levantaran la cabeza” y vieran el “pan divino”; -“Panem Nostrum quotidianum da nobis hodie…”- en la basura, se quedarían atónitos, relacionándolo con un mal presagio, maldiciendo la abominable acción como una “bajeza” difícil de entender…
Salvador Jiménez Ramírez