Cuadernos Manchegos
Sueño en tener alas para no perder mi norte

Sueño en tener alas para no perder mi norte

Amanece y el universo es lumbre y cielo. Sol que despierta o que gira el planeta  sin otra duda sobre su eje.  Frente a la aurora yo me pregunto  de dónde vengo. Y mientras pienso vuelan alegres las golondrinas  en esta calle donde yo vivo.  No soy retorica en mis palabras, tan solo busco sentir mi alma.  En estos días oigo palabras, discursos huecos muchos de ellos. Y al escucharlos yo me pregunto  ¿dónde se aloja lo que es verdad?

La democracia no es callejera riña, ni insulto necio, ni grosería dicha a gritos. No debería ser viejo combate entre vecinos. La democracia debiera ser aprendizaje de convivencia, fruto del pueblo, luz de justicia y no tiniebla  ocasionada demasiadas veces por el descuido  de obligaciones ineludibles.

Y en tantas ocasiones es innombrable la libertad del individuo que mi recelo es gran congoja dentro del pecho. Estereotipo, viejo cliché que casi nadie respeta y ama como se debe.

Hoy, cuando amanece, desde las altas chimeneas de las antiguas fábricas alcoholeras, hoy tan inútiles, se alzan majestuosas cigüeñas blancas, alas al viento de la mañana surcan en Tomelloso todo su espacio; yo las contemplo y en mi silencio sé que desde mi infancia, sueño en tener alas y no las tengo.

La democracia nos representa a cada uno pobres o ricos,  cultos e incultos y en esa fuente de libertad nos protegemos de mil abusos, o al menos, lo pretendemos desde la aldea más pequeñita hasta las grandes urbes tan orgullosas y vanidosas de su poder. Poder ilícito de lo que no se debe jamás hacer.  Porque cuando la democracia  carece de equidad la ley es barro pisoteado y en ese cieno todos perdemos.

Ley es justicia sin la afrenta de ser usados para el escarnio de la mentira, de la bajeza y el exterminio de la verdad. De esa fuente nace la democracia para desde la libertad no ser esclavos jurídicamente ante el poder. Y es alternancia de cambiar lo que no gusta al pueblo llano, ese en democracia es su poder.   

En la mañana pasa el panadero vendiendo el pan, nos trae el cartero esa misiva de quien escribe carta o tarjeta sin móvil ni ordenador, se oye la música de la armónica del afilador y al escucharlo los gorriones gorjean  y vuelan…Pasan los coches y allá a lo lejos escucho una sirena de policía o de ambulancia mientras arriba un avión deja su estela en el azul celeste de las alturas. Sigue la vida y no acertamos a que se extingan guerras y hambrunas y aún hay muchos pueblos sin democracia ni libertad.

Todo es ofensa. Todo es  no acatar que el pueblo pobre, que el pobre pueblo, elige al votar a quien lo representa para bien o mal. Eso es democracia sobre todo cuando los que nos gobiernan cumplen lo que prometen para mejorar la vida de  cada día. Para ganar el pan sin abusos de argumentos falseados bajo apariencia incompleta de verdad. Porque cuando eso ocurre, y ocurre demasiadas veces, entonces no solo perdemos la esperanza en los elegidos, también se pierde el norte al carecer de brújula.

Lamentablemente carecemos del radar de las aves que no equivocan su rumbo ni las estaciones  al extender sus alas y volar en plena libertad. Las admiro y las respeto a pesar de que en nuestras ciudades algunas de ellas, las palomas, son plaga consentida. Volar es no sentirme oprimida en mi ámbito por no reconocer a los que manejan el lenguaje para lograr sus propios fines en cualquier grupo social. Volar  es admirar en el amanecer  su maravillosa luz que no altera la alternancia política a pesar de tanto grito desabrido en medio de tantas necesidades que la ciudadanía tiene sin cubrir.

Natividad Cepeda