Este manchego nos mantuvo entretenidos a todos los jóvenes después del año 1943 en que se publicó su primera novela y que ha sido olvidado por muchas generaciones de jóvenes hoy ya la mayoría abuelos, pero que nos sirvió para disfrutar de una imaginaria juventud aventurera, en la floreciente época del “western” americano.
Marcial Lafuente Estefanía se hizo mundialmente popular gracias a las novelas que escribió basadas todas en el “Oeste americano”, denominado “western”, de los pistoleros, de los bandidos y de los indios. Y decimos mundialmente porque se distribuyeron sus novelas por toda Europa y América: Estado Unidos, México, Argentina y otros.
La biografía de Marcial es cuando menos interesante. Nació en Toledo capital en el año 1903 y falleció en Madrid en 1984 y enterrado en Arenas de San pedro en Ávila.
Estudió Ingeniero de Caminos y recorrió distintos países ejerciendo su profesión y entre ellos recorrió parte de Estados Unidos en su demarcación sur como Arizona y Texas, adquiriendo gran conocimiento de la zona y sus características.
Comenzó a escribir estando confinado y preso por haberse entregado a los nacionales después de nuestra Guerra Civil por haber pertenecido al bando republicano y comenzó a escribir, y, a falta de papel, lo hacía en los proporcionados por el papel higiénico.
A su salida se entregó a la escritura escribiendo obras de tipo romántico, hasta que en 1943 presentó una novela del llamado “Oeste americano”, titulada “La mascota de la pradera” y editada por Editorial Cíes, instaurada en Vigo, publicando cerca de 400 ejemplares y posteriormente firmó un contrato con Editorial Bruguera, desde 1951 hasta su quiebra en 1986, que fue adquirida por el Grupo Zeta hasta el año 2002, en que sus hijos seguían escribiendo con el mismo nombre de su padre y entonces los hijos de Marcial Lafuente, Federico y Francisco, fundaron su propia Editorial Cíes en El Campello (Alicante)- en recuerdo de la que existió en Vigo.- La primera edición publicada por la inicial Editorial Cíes se vendía al precio de cinco pesetas, pero una vez leída, la novela se podía devolver al puesto de periódicos y llevarse otra más barata, por lo que la difusión fue enorme. Ya en los años de Editorial Zeta las novelas se vendían a 125 pesetas y en las fechas posteriores de la nueva Editorial Cíes (2006-2007) comenzaron a 1,50 euros y después a 1,75.
Durante su contrato con Editorial Bruguera se llegaron a editar dos mil seiscientas novelas, una por semana y aunque se comenzó a las cinco pesetas mencionadas, con la devaluación pasó a veinticinco.
El modelo de la novela impresa era siempre de unas 100 páginas en formato de octavilla de 10,5x11,5 cms.
Todos los que estuvimos leyendo durante un tiempo estas novelas recordamos momentos felices y de disfrute entre bandidos, pistoleros, en los que siempre aparecía el pistolero bueno, mataba al malo y se casaba con la chica.
En general el contenido de las novelas era muy ameno, pues existía siempre mucha conversación, con escasas descripciones de espacios y lugares que hacían que los episodios fueran muy amenos y se leyeran con gran actividad y rapidez. Su vocabulario era muy ameno y directo y la mayoría de los párrafos eran motivos de conversación.
La escasa descripción de los personajes era igualmente muy directo. Yo quiero recordar una descripción de uno de los pistoleros buenos que se me quedó inscrita en la memoria y que era así:
“Era alto, fuerte, rubio, de anchos hombros, ojos azules y mirada penetrante”. Desde luego más rápido y sencillo de describir a una persona para adecuarlo a los intereses de la novela no se puede hacer.
En estos últimos años uno de sus hijos y un nieto siguen escribiendo novelas tipo “western” no solamente para España, sino para países de Hispanoamérica y ciudadanos hispanos de Estados Unidos, con el mismo nombre de Marcial Lafuente Estefanía. Las publicaciones de esta época pertenecen a su hijo Federico Lafuente Beorlegui y Francisco Lafuente Camafreita.